La designación de Martín Soria como ministro de Justicia es una mala noticia para el presidente de la Nación y una pésima noticia para la Argentina. Cristinista de la penúltima hora, Soria, sacado, destemplado, con dificultades para la lectura de textos, cumple con todos los requisitos que exige la vicepresidenta: ataca a los jueces con nombre y apellido, habla de Macri con desprecio, y no tiene ningún empacho en encabezar operaciones contra quien sea.
Para decirlo sin vueltas: se trata de un verdadero talibán, y su designación se encuentra en sintonía con el deseo de venganza e impunidad que demuestra Cristina. Su nombramiento es una mala noticia para Alberto, porque lo termina de vaciar de poder y de autoridad. Es verdad, como sostienen dos ministros de mismo gabinete, que el ministerio de Justicia ya estaba intervenido. Que los principales casilleros como la secretaría de Justicia, a cargo de Juan Martín Mena, de Derechos Humanos, con Horacio Pietragalla y la IGJ, con Ricardo Nissen, ya estaban bajo la órbita y el dominio del Instituto Patria. Pero ahora Alberto no podrá contar con el dique de contención que representaba Marcela Losardo. Es decir: está claro que el gobierno rompió todos los puentes con el Poder Judicial. A este ritmo ¿cuánto tardarán en caer Vilma Ibarra, Gustavo Béliz e incluso el ministro de Economía, Martín Guzmán? La respuesta parece obvia: lo que demore la impaciencia de Cristina. Y como si esto fuera poco, las vacunas están llegando tarde y se distribuyen y se aplican mal, la economía no repunta y los precios siguen aumentando (incluido, a partir de ayer, el dólar blue). Y todo esto, sin mencionar que el Frente de Todos está sumido en una interna, porque Cristina quiere promover a su hijo hasta transformarlo en candidato a Presidente, casi de prepo.
Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia