¿Cuánto puede resistir Amado Boudou el fuego cruzado de la investigación judicial, las incesantes novedades periodísticas en torno a su situación y el no apoyo de las principales figuras del gobierno? Cada día que pasa, su figura pública se deteriora más. Y, por añadidura, afecta de manera creciente a la de la presidenta Cristina Fernández. El segundo gran error del vicepresidente fue no salir de inmediato a desmentir su vinculación con la empresa ex Ciccone después de la denuncia de Laura Muñoz, la ex mujer de Alejandro Vandenbruele. (El primero sería haber impulsado o facilitado el negocio, pero eso lo determinará la justicia). Boudou dejó pasar demasiado tiempo hasta que el escándalo se instaló con fuerza en una buena parte de la sociedad. “En la Argentina, cuando te acusan de corrupción, lo primero que tenés que hacer es desmentirlo con fuerza el mismo día. Cuando dejaste pasar una semana o dos, es porque no contás con argumentos fuertes para desmentirlo, o porque la denuncia es verdad” me dijo un dirigente del Frente para la Victoria de la provincia de Buenos Aires. Él, como buen peronista, se jacta de saber “oler” el estado de “descomposición política” de un “compañero” en desgracia. Y descuenta, como otros, que el vicepresidente ya no tiene mucho margen para salir del atolladero. Este dirigente, igual que Jorge Asís- el primer periodista que reveló, en julio del año pasado, que Vandenbroele era un monotributista clase B- ya anotó en su libreta de “señales” la falta de apoyo institucional. “Nadie lo salió a defender a Amado de verdad. Lo que hizo (Ricardo) Echegaray fue tratar de salvar su propia ropa. Los demás no dijeron ni mu. El único que hizo una defensa abierta fue (Grabriel) Mariotto, por orden de la Presidenta. Pero ni Mariotto tiene peso propio ni su defensa fue muy convincente” analizó.
Los que se mantienen informados sobre los detalles del caso afirman que la presidenta sabía que Boudou se había interesado en la suerte de la ex Ciccone, pero que suponía que lo había hecho de manera legal y bien intencionada, con el único objetivo de evitar que Boldt -a quien el vicepresidente habría vinculado con Eduardo Duhalde- se quedara con la controvertida imprenta del escándalo. Pero ahora que la jefa de Estado cuenta con la información completa, sus hombres de confianza, el secretario Carlos Zannini y el jefe de la Secretaría de Inteligencia Héctor Icazuriaga le sugieren que no salga a “bancarlo” de manera abierta, porque puede pagar un costo demasiado alto por semejante decisión. “Es que la manera de organizar todo no pudo ser más desprolija. Desde la inscripción de The Old Found hasta las acciones que aparecen en Curazao son un manual perfecto de cómo armar una sociedad vidriosa para quedarte con un negocio muy difícil de explicar” me dijo un auditor contable que podría ser consultado por el fiscal Carlos Rívolo para desanudar la trama de quienes son los dueños del fondo de inversión que rescató a la ex Ciccone de la quiebra. El otro gran problema de Boudou es que el hijo de la Presidenta, Máximo Kirchner, cada día desconfía más de él, y que el peronismo lo considera un arribista y un sapo de otro pozo. De hecho, dos de los peronistas más rutilantes de este gobierno, el senador nacional Aníbal Fernández y el ministro del Interior Florencio Randazzo, no solo lo respaldaron de manera “sospechosamente” tibia. Además, desde el punto de vista estrictamente político, lo consideran un adversario en la carrera de mérito para ascender a la pirámide de “poder cristinista”. Pero la cuestión de fondo, en todo caso, es cuánto podría afectar a la Presidenta la persistencia de esta situación.
Desde el aparato de comunicación del gobierno lo han intentado todo: instalar una batalla dialéctica con Gran Bretaña a treinta años de la derrota de Malvinas, inflar una disputa casi personal con el jefe de gobierno Mauricio Macri anclados en la administración de los subtes, y agitar el fantasma de la intervención y nacionalización de YPF fueron algunos de los ensayos fallidos para quitar de la tapa de los diarios el escándalo Boudou y la tragedia de Once. Sin embargo, ambos hechos vuelven a dominar la agenda una y otra vez, poniendo en evidencia, además, que la administración nacional ha perdido la iniciativa política. La única ventaja relativa de Cristina Fernández es que no existe, todavía, en la oposición, una figura apta para capitalizar semejante retroceso de un modo si quiera parecido al que lo hizo Carlos Chacho Alvarez cuando decidió enfrentar a Carlos Menem a principio de los años noventa. Sin embargo, dentro del propio peronismo, hay un gran beneficiario. Alguien que está sacando ventaja por partida doble. Se llama Daniel Scioli y es el gobernador de la provincia más grande del país. Por un lado, Cristina Fernández y sus incondicionales dejaron de atacar su política de seguridad porque están usando toda la energía en contener los daños a la vista. Y por el otro, la amenaza latente del vicepresidente como la figura elegida por Ella para disputarle la futura candidatura a presidente se acaba de desvanecer, entre sospechas de corrupción y expedientes judiciales. A esta altura del partido, quienes lo subestimaban, dentro y fuera del gobierno, están empezando a revisar sus pronósticos iniciales.
¿Cuál sería, para la Presidenta, la mejor manera de salir del atolladero en que la metió su compañero de fórmula? Si se mantiene en silencio, el desgaste que viene sufriendo puede aumentar. Pero si le quita el apoyo y le da impulso a la investigación corre el riesgo de ser acusada de haberlo elegido sin una “auditoría previa” de su conducta ética y comercial. Cualquier analista político de más de cuarenta años podía anticipar que un día la escena de Amado Boudou tocando la guitarra podía pasar de recurso efectivo para captar voto joven a escena insoportable en un contexto de “sintonía fina” y episodios de corrupción. Lo que nadie previó es que el abrupto cambio acontenció apenas tres meses después del triunfo electoral más aplastante de la historia reciente.
Publicado en El Cronista