Cerrar todo durante 15 días, en una semana. A lo sumo, empezar a hacerlo dentro de 10 días. Esta es la decisión que debe tomar el presidente Alberto Fernández. Pero cerrar todo, durante 15 días ¿para qué? Para testear más y vacunas más, con los la contagiosidad del virus un poco más controlada, le aconsejan los expertos. ¿Y las vacunas? Se esperan dos millones de vacunas chinas para los próximos días. Las mismas vacunas chinas que ahora resultan que son menos eficaces de los que se suponía.
¿Y la ocupación de las camas de terapia intensiva? Aumenta día a día. Ya están en el límite en el sector privado del AMBA, y en el sector público de la provincia de Buenos Aires. ¿Y la presencialidad para el sistema de educación? Se discute cada vez más, porque es el transporte y todo lo que funciona alrededor lo que haría esparcir al virus, según sostienen los grandes y ampulosos estrategas de la política sanitaria de la provincia, Daniel Gollán y Nicolás Kreplak. ¿Cuál es el principal problema que enfrenta el gobierno? El de la credibilidad. El de la autoridad. El presidente tiene la palabra devaluada. La vicepresidenta no habla, porque no quiere embarrarse en el medio de semejante crisis. La oposición no se acerca a colaborar, porque sus dirigentes tienen miedo de que les tiendan una trampa, una vez más. Y como si esto fuera poco, las nuevas variantes de la cepa del COVID contagian más rápido a una franja etaria más joven y que no termina de cuidarse como corresponde. Encima, es la misma que se pregunta ¿cerrar todo? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Con qué beneficio?
Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia