El Presidente y quienes alentaron la cruzada a favor del cierre de escuelas con el argumento de evitar los contagios por Covid, despertaron al monstruo. Se trata de un monstruo grande que pisa fuerte. Un nuevo sujeto que no estaba en los papeles de nadie. Le dicen, de manera irónica, y un tanto simplificadora, el chat de mamis del whatsapp. Pero se trata de un movimiento con reclamos muy concretos y precisos cuyo origen puede compararse con el que surgió después de tratar de imponer la 125 al campo o el intento de apropiación de Vicentín.

Hoy, Luciana Vázquez, en su columna para el diario La Nación, lo explica muy bien. En su columna titulada "La invención de un enemigo impensado", Vázquez define con mucha precisión quiénes son y los intereses que representan. Sugiere, además, que tardaron muchos años en expresarse con tanta claridad y contundencia. Pero todo parece indicar que llegaron para quedarse, y que, incluso, podrían ser un factor determinante para hacerle perder, al oficialismo, los cientos de miles de votos de diferencia que le sirvieron para ganar la última elección. La contracara de este movimiento enérgico, profundamente democrático, muy preparado, y con argumentos sólidos, es uno de los dirigentes más impresentables de la república Argentina, junto con Hugo y Pablo Moyano. Se trata de Roberto Baradel, titular de SUTEBA; un preceptor que hace años que no pisa un aula ni el pasillo de un colegio para trabajar de docente, siempre encaramado en los pequeños grandes negocios. El manejador del vacunatorio VIP para docentes amigos. Un energúmeno político que ayer escribió un tuit que banaliza a las víctimas de la dictadura, al comparar a María Eugenia Vidal, Mauricio Macri y Patricia Bulrich con el expresidente de facto Jorge Rafael Videla. Uno de los principales responsables de la fuga masiva de alumnos de la escuela pública a colegios privados de cuota baja pero más días de clases. Porque Baradel y sus seguidores tomaron a la educación de rehén desde hace años, y se oponen al progreso, el mérito y la capacitación. La última vez que lo entrevisté fue el septiembre de 2018, cuando salió a denunciar un presunto acto de tortura contra una docente del Centro de Educación Complementario (801) de Moreno, llamada Corina de Bonis. La mujer había afirmado que le habían marcado con un cuchillo en la panza la leyenda “Ollas no”, pero la justicia, un año más tarde, la terminó de procesar por falso testimonio. Fue en el medio de un conflicto gremial. A mí, desde el principio, me había quedado la duda sobre la veracidad del hecho. Por eso, en el medio de la entrevista, antes de despedirlo, le dije a Baradel que esperaba que me atendiera si se llegaba a comprobar que no era verdad. Por supuesto, no tuvo el coraje para hacerlo. Aunque no soy ni fiscal ni juez, tengo mis sospechas sobre si no fue él mismo, junto con otros sindicalistas, quienes montaron semejante mentira para hacer más visible su reclamo. Pero Baradel no está solo. Esta vez quedaron de su lado Kicillof, Máximo Kirchner, Cristina y, también, y por desgracia, el presidente Alberto Fernández. Todos ellos, al elegir como enemigo político al jefe de gobierno de la Ciudad, con la intención de desplazar de la agenda su evidente improvisación e ineficacia, acaban de despertar un monstruo que pelea por algo más relevante que una elección o el poder: la educación de nuestros hijos. Nada más y nada menos que el futuro.