Adivina, adivinador. ¿Quién empezó la guerra entre el gobierno nacional y el de la Ciudad? La vicepresidenta Cristina Fernández y su hijo Máximo Kirchner. ¿Cuándo? Hace tiempo ya, cuando el oficialismo se terminaba de acomodar en la presidencia de la Nación. Exactamente el 11 de diciembre de 2019, en el acto de asunción del actual intendente de La Matanza, Fernando Espinoza.

Ese día, Cristina pronunció la siguiente frase: “En Capital, hasta los helechos tienen luz y agua. En el conurbano chapotean barro”. Cómo siempre, la ex presidenta multiprocesada omitió el dato más obvio y perjudicial: desde 1983 hasta ahora, la provincia de Buenos Aires, con su conurbano incluido, siempre fue gobernada por peronistas como ella (excepto durante los años en que sus gobernadores fueron Alejandro Armendáriz y María Eugenia Vidal). A partir de ese momento, los extremistas de Cristina junto a los chicos grandes de La Cámpora comenzaron a trabajar en dos direcciones. Una: quitar dinero al presupuesto de la ciudad. Dos: demoler a su jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, para que Juntos por el Cambio no regrese bajo su liderazgo a la Casa Rosada. Es una obviedad decir que Larreta, alguien que huye del conflicto porque la disputa con el otro no está en sus genes, hizo todo lo posible para evitar el choque. Sin embargo, la fuerte reacción de las mamás y los papás de chicos en edad escolar puso las cosas en su lugar, y lo hizo reaccionar, resistiendo la medida. El problema de esta guerra es que el oficialismo no tuvo empacho en subir la escalada en el peor momento de la pandemia, con dos records que lo demuestran: el de los muertos diarios, con 492 fallecimientos, y el de porcentaje de ocupación de camas de terapia intensiva, tanto en la Ciudad, como en el AMBA; y un poco menos en el resto del país. Confieso que ayer asistí azorado, al desarrollo del último capítulo: la titular del PAMI, Luana Volnovich dando vuelta los hechos, denunciando que la Ciudad no vacuna a los abuelos, cuando el verdadero problema es que fue ella quien entregó a la Ciudad un listado desactualizado e incompleto para hacerlo. Dos últimas reflexiones, para que nadie se confunda. El primero: Alberto y Cristina le echan nafta al fuego, con el objeto de sacar de la agenda el fracaso de su política sanitaria y de la gestión en general. El segundo: distribuir en partes iguales la responsabilidad de esta guerra es ingenuo o mentiroso. Cristina atacó por la espalda con un misil de alto poder. Larreta tardó más de un año en responder, y todavía ni siquiera levantó la voz para tratar de demostrar que la razón está de su lado.

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia