En el gobierno están contando las horas para decidir si se vuelve a fase uno o a restricciones más duras, con algunos permitidos. Sería bueno que, sobre todo, desde la provincia de Buenos Aires, el ministro de Salud, Daniel Gollán, deje de gritar y empiece a controlar en serio, por ejemplo, la apertura de ferias multitudinarias que abren todos los días, y no solo el fin de semana. También sería bueno que el Presidente convoque al jefe de gobierno de la Ciudad para empezar a discutir los anuncios desde ahora, y no que lleguen como una imposición.

Hablar con un comité de expertos como se hizo ayer está bien, pero no es suficiente. Ya está claro que Horacio Rodríguez Larreta no va a aceptar el cierre de las escuelas. También parece evidente que el ministro de Educación Nicolás Trotta, podría llegar a aceptar la denominada fórmula de presencialidad administrada, que no sería otra cosa que aplicar un protocolo espefícico para cada escuela. Hay demasiado dolor, demasiado cansancio y demasiada incertidumbre como para seguir tirando de la cuerda. También sería necesario que los sindicalistas de CETERA, SUTEBA y SADOP, entre otros, dejaran de militar la vacuna, como si fueran los dueños. Dan vergüenza, no orgullo. Lo mismo va para el Presidente. Si quiere cerrar la grieta, si quieren que no se cuestione su autoridad, deje de hablar de la ciudad como si el Covid fuera porteño. Excepto para congraciarse con la vicepresidenta, no le sirve para nada. Tampoco sirve a los argentinos que dice tanto cuidar.

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia