El desaguisado que involucra al casi desconocido subsecretario de Energía Federico Basualdo, el ministro de Economía, Martín Guzmán, a la vicepresidenta, Cristina Fernández y al propio presidente, Alberto Fernández, va a terminar mal. La única duda es si será más o menos mal o muy mal, entendiendo por muy mal desde la caída de los activos hasta una disparada del dólar que precipite una nueva devaluación.
En todo caso, no habría que subestimar ningún detalle. Ninguno. El hecho de que, a pesar del deseo y la decisión de Alberto y de Guzmán de desplazarlo, Basualdo siga en su puesto, es una muy mala noticia, porque resiente la autoridad presidencial, de por sí ya bastante deteriorada.
La anécdota de que La Cámpora publicó, para desmentir el apartamiento de Basualdo, un texto sin firma, como si fuera escrito desde a clandestinidad, da la idea de lo patéticos que son cuando se trata de pelear por los espacios de poder. El dato de que se autorizó, finalmente, un aumento de 9 por ciento en las tarifas de luz y de gas, y que haya sido publicado por el Boletín Oficial, no parece, en cambio, tan malo. Eso implicaría que, a pesar de todo, al jefe de Estado y a Guzmán todavía les quedaría algo de espacio para implementar la política económica que consideran adecuada. Por otra parte, la última decisión del presidente de postergar la salida de Basualdo hasta que este escándalo sea tapado por otro de igual o mayor envergadura no parece ser la salida más adecuada. En todo caso servirá para que el Frente de Todos no estalle por los aires, pero, en ese caso, la autoridad del ministro quedará tan resentida que lo terminará de convertir en alguien sin ningún poder, y terminará cayendo por el propio peso de su irrelevancia. Si esto sucediera en cualquier otro país del mundo, donde la inflación es mínima, la moneda no se deprecia, la pobreza no crece, no hay problemas de empleo ni de acceso al crédito, y la pandemia estuviera más o menos controlada, aparecería en la tapa de los portales de los diarios nacionales, pero no afectaría tanto las variables económicas. Pero esto es la Argentina, el país donde todo puede ser peor, y las malas noticias son tapadas con otras más graves todavía. ¿Y que sería peor que lo que está pasando ahora mismo? Que Guzmán se vaya y que lo reemplace alguien que piense más o menos lo mismo que el gobernador que no gobierna, Axel Kicillof. O que se vaya y lo suplante Cecilia Todesca, pero en el camino el dólar se vuelva a disparar y termime de descuajeringa la economía, ya, de por sí, recontra descuajeringada.
Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia