A esta altura, ya nadie se pregunta, en Argentina, quien manda. La gran pregunta del denominado círculo rojo es hasta donde se atreverá a llegar la vicepresidenta. ¿Será capaz de llevarse puesto al presidente Alberto Fernández? ¿Supondrá que si el primer mandatario cae ella podrá asumir la presidencia sin ningún costo político, como si no formara parte de la misma gestión?

La sola pregunta provoca escalofrió porque todavía faltan casi más de dos años para las elecciones presidenciales. Y porque ni siquiera se llevaron a cabo las elecciones legislativas, algo que, lo dirigentes más veteranos de la política argentina empiezan a poner en duda. La brutal reacción ante el fallo de la Corte, a pesar de que aparenta una fuerte reacción, de gran potencia, es una enorme muestra de debilidad. Evidencia, además, que a Cristina, no le importa más que si situación judicial, por encima de la pandemia, la economía y el destino de los argentinos. Ella no puede darse el lujo de perder las elecciones. Ni siquiera por un voto. Por eso se lo quiere llevar puesto a Martín Guzmán, cuya preocupación, más que la competencia electoral, es que la economía no vuele por los aires. Cristina ayer habló de un supuesto golpe de la Corte contra el sistema democrático. Lo único que se puede ver claro es su intento de golpe contra la administración que ella integra.

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia