La vicepresidente tiene razón: su gobierno está repleto de funcionarios que no funcionan. Sin ir más lejos, la primera es ella. ¿A qué juega, dentro del propio gobierno? Además de marcarle la cancha al presidente y posicionarse ¿cuál es su verdadera función? Se sabe que no hace otra cosa que pensar en ella. Que de la pandemia no dice ni mu, excepto en contadas ocasiones. Por ejemplo, el día en que la Argentina registró más muertos cada 24 horas, la semana pasada, ella no habló del COVID 19, sino de Pepín Rodríguez Simón. Es decir: volvió a hablar de ella y de su obsesión. La de conseguir impunidad a través de la venganza.

Sí se metió con el virus a la hora de reivindicar su participación en la gestión de la Vacuna Sputnik V y destacar su eficacia. Y eso también fue raro: lo hizo mientras explicaba que nunca fue con Néstor, de vacaciones, a China, a Vietnam o a Moscú, sino a Disney “Wall”; lo hizo, también, agregando a un artículo de The Lancet sobre la vacuna rusa, la palabra “espectacular”, pero dividida en sílabas y con signos de admiración. Pero no es solo ella la disfuncional. Tampoco funcionan sus preferidos, Axel Kicillof, el gobernador que no gobierna pero grita mucho, o Sergio Berni, el ministro de Seguridad que habla, sin ponerse colorado, sobre el delito, el Covid 19, la economía, la pobreza, o el programa de Marcelo Tinelli; y lo hace con un nivel de conocimiento de un milímetro de profundidad. ¿Qué hubiera hecho el peronismo frente a una gestión así? Hubiese agitado el fantasma del helicóptero hasta convertirlo en un hecho real. Todavía no completaron el año y medio de gobierno, y la ineptitud y el repetido uso del recurso del vamos viendo ya colocó a la Argentina entre los países que peor vienen manejando la pandemia, donde la economía más se contrajo, el salario de los trabajadores activos y pasivos más poder adquisitivo perdió y la pobreza más se multiplicó. Solo para citar el caso más rutilante, el del fracaso de las negociaciones con Pfizer, ni siquiera hay que recurrir a la idea de que pudo haber un pedido de retorno. Lo que sí hubo es negligencia, ideologismo y mucha, pero mucha, improvisación. Y en esto, el cristinismo tampoco es inocente: a la política sanitaria no la maneja solo Alberto Fernández, sino también Nicolás Kreplak, Daniell Gollán y la misma Cristina, que todavía no renunció a tratar de hincarle el diente al negocio de la salud. Por eso, por más ruido que se le quiera meter a la realidad, hay que admitir que la vice tiene razón: hay funcionarios que no funcionan, empezando por ella misma.

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia