La última vez que había hecho una cosa semejante, hablar con alguien que no es periodista de manera demasiado relajada, tampoco le había ido demasiado bien. Fue en ocasión de responder una pregunta de Milo, el hijo de René Pérez, el líder de Calle 13. “Le estamos ganando al virus”, dijo a fines de marzo de 2020. Todavía debe estar arrepentido de aquellas palabras. Sin embargo ayer hizo lo mismo con Pedro Rosenblat, aun humorista que trabaja en El Destape, la radio del periodista militante de la pauta oficial Roberto Navarro.
“No quise comprar la vacuna de Pfizer porque me ponía en una situación muy violenta de exigencias”, alertó. Como el señor Rosemblat no lo entrevistó como lo debe hacer un periodista sino, como, el mismo advirtió, al inicio del diálogo, como un compañero peronista, no pudo o no quiso repreguntar. Sin embargo, el presidente se volvió a meter solito en camisa de once varas al aventurar que Pfizer “no quiso firmar el contrato” con Argentina por su compromiso con los Estados Unidos. “Esto no lo puedo firmar porque me están pidiendo cosas desmedidas”, continuó Alberto, sin explicitar esos pedidos de la empresa. “La negociación con Pfizer nunca se interrumpió y sigue hasta hoy. ¿Qué es lo que yo íntimamente creo? Cuando vos revisás cómo actuó Pfizer con los que le compraron la vacuna, la verdad es que cumplió en parte e incumplió con muchos. Ahora, ¿dónde no incumplió? En los Estados Unidos”, continuó Fernández. Con su respuesta, el presidente generó más sospechas e incertidumbres que cualquier otra cosa. Me hizo acordar a aquella memorable frase de Carlos Reutemann, cuando, en marzo de 2002 le preguntaron por qué no había querido ser candidato a presidente, si aparecía como primero en las encuestas. “Vi algo que no me gustó y que no diré nunca”, contestó, misterioso. Todavía muchos se preguntan qué lo realmente había visto.