Hay mil y una maneras de robar vacunas. A una, la clásica, la primera de todas, la conocemos bien. Llevan el nombre y el apellido de Carlos Zannini y Horacio Verbitsky. Y la describió el ex periodista de Página 12 por sus propios medios, sin ser presionado para ello, en uso de sus facultades mentales, y constituyendo el primer caso de vacunado VIP, lo que implica recibir la dosis sin respetar el protocolo de prioridades fijado por el propio gobierno nacional.

Lo de Zannini, se sabe, tuvo un agregado, que algunos encuadran en el delito de falsificación de documento público. El todavía procurador del Tesoro (porque, aunque parezca mentira, aún no renunció) se hizo pasar, junto con su esposa, por personal de salud, según se especifica en un informe oficial. Después están los militantes que fueron metidos, por la ventana, también como personal de salud. Es el caso de los chicos grandes que trabajaban en un call center, muy lejos de los centros médicos que atienden a enfermos de COVID, y que subieron a las redes sus fotos con los brazos de vacunados, orgullosos, como si hubieran ganado una ultra maratón. Podríamos continuar hasta el hartazgo. Citando la visita que le hicieron los médicos y enfermeros del Posadas al ex presidente Eduardo Duhalde para vacunar a él, su esposa y sus hijas. O el ruidoso caso de Stefanía Desirée Purita Díaz, la chica de 18 años que trabajaba en protocolo de la municipalidad de Avellaneda y que apareció vacunada sin ninguna razón sanitaria que lo explicara. Pero hay una, muy ruidosa, y tan inmoral como las demás, que empieza a aparecer cada vez con más fuerza. Consiste en presentar las vacunas y la vacunación como un regalo del presidente Alberto Fernández, la vicepresidenta Cristina Fernández o el gobernador Axel Kicillof. Es decir: como si estos servidores públicos fueran una mezcla de Papá Noel con Jesucristo, a quienes habría que ir a rezar para agradecer la dádiva. El uso político y electoral de la vacuna, que en la provincia consta de un sistema de 300 postas que ayer denunciamos y mostramos en La Cornisa, muestra que no se trata solo de un caso aislado. De un puntero emocionado o un militante agradecido. Están usando los bienes y el dinero del Estado para adjudicarse un mérito que no les pertenece. La vacuna es tu derecho. Y conseguirla e inocularla es obligación del Estado. Para eso se les paga. Para eso están ahí, No hay porqué felicitarlos. No hay nada que agradecer. Habrá más informaciones para este boletín.

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia