Cristina y Axel Kicillof tienen razón: cuanto esto pase, habrá que rendir cuentas. Y quizá ellos, junto con el presidente, sean los primeros que deban hacerlo. Sin ir más lejos, tendrán que contestar por qué bendita razón tardaron tanto en quitar la claúsula de indemnidad que impedía que la Argentina pudiera contar con las vacunas de Pfizer, Jansen y Moderna.
Tal vez los futuros manuales de Historia cuenten que mientras Cristina, en un acto de campaña, en Lomas de Zamora, culpaba a los medios de impedir que la gente se inoculara, los integrantes del oficialismo trababan la propuesta de la oposición de permitir el ingreso de al menos 100 mil dosis de Pfizer para ser aplicadas a niños con enfermedades preexistentes. Y lo hacía mientras que, en simultáneo, el Poder Ejecutivo Nacional preparaba un decreto para recibir vacunas donadas por el gobierno de los Estados Unidos. ¿Por qué protagonizaron semejante voltereta? Porque las elecciones están cerca, y la caída de imagen y pérdida de intención de voto tiene como principal motivación, el desastroso manejo de la pandemia por parte del gobierno, desde que todo comenzó. Para muestra basta un botón. En la última encuesta de Giacobbe, casi el 60 por ciento culpa a la administración nacional por la enorme cantidad de casos de contagios, el 37 por ciento a la supuesta irresponsabilidad de la población y solo poco más del 3 por ciento a los “poderes internacionales que administran las vacunas”. Algunas otras cuestiones no aparecen entre las preguntas de esta consultora, pero se caen de maduras y evidentes. Una es la indignación que sigue provocando la existencia de un vacunatorio VIP y de vacunados antes que nadie y con privilegios. La otra es la falta de empatía de la vicepresidenta con los millones de familias que fueron atravesadas por las consecuencias del virus. Acostumbrada como está a evitar que se la vincule con las tragedias colectivas, desde Cromañón hasta Once, dedicó la mayor parte de su energía a consumar su plan de impunidad y venganza, como si ella misma fuera lo único importante, en la Argentina y el resto del planeta. Tiene razón: algún día, si le queda algo de humanidad, que fue lo que hizo ella, como número dos del gobierno, para evitar más contagios y más muertes.
Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia