Las almas bellas, como las define el analista Jorge Fernández Díaz, creen que comparar Argentina con Venezuela es una exageración. Que eso nunca sucederá, desde el punto de vista económico, porque el motor de la economía argentina es el campo, y está dentro del sector privado. Y lo que hacía crecer a Venezuela era el petróleo, que, como se sabe, viene sucumbiendo en manos del Estado.

En todo caso, estaría por verse. Lo que nunca terminan de analizar en detalle es el marco político. Sin embargo, ayer, quedó bien resumido en dos noticias. Una: el regreso desde europa en clase ejecutiva del ex ministro Ginés González García, en el medio de la prohibición intempestiva de reingresar al país para miles de argentinos. Y dos: la quiebra dispuesta por la jueza comercial Marta Ciruli después de rechazar la oferta de los accionistas del Correo de pagar el 100 por ciento de la deuda que le reclama el Estado. García representa a una casta política que se siente por encima de todo, igual que Nicolás Maduro y sus secuaces. Representa, también, la vergüenza de los vacunados VIP y la temible ineficiencia para enfrentar una pandemia. La decisión de la jueza Cirulli, está claro, es producto de la fuerte presión del procurador del tesoro, uno de los primeros vacunados VIP, Carlos Zannini, cuya única misión es perseguir y castigar a Macri, por no haber evitado que los fiscales y jueces investiguen y eventualmente condenen a su jefa política: la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. ¿En qué se parecen entonces la Argentina y Venezuela? En que a los jefes de los gobiernos, los que mandan, los une el odio, el rencor, y una loca idea de superioridad moral, cuando, en realidad, se encuentran por debajo de la media.

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia