Si pudiera hacerle una sugerencia al Gobierno Nacional y al gobernador de la provincia, en particular, les diría que hablen menos y vacunen más. A pesar de que hace más de un año y ocho meses que asumió, Axel Kicillof está en campaña permanente desde hace más de dos años, cuando Cristina lo puso con el dedo de candidato para gobernar a la provincia más grande de la Argentina.
Parece un chiste: el ex ministro de Economía inauguró el cepo, pagó carísima la deuda con el Club de París y dejó de medir la pobreza, no abre la boca si no es para echarles la culpa de todo a Macri o María Eugenia Vidal aunque, en verdad, hasta los intendentes peronistas sostienen que está resultando peor gobernador, incluso, que el propio Daniel Scioli. Su discurso de tono chillón, propio de asambleísta universtario, no está siendo últil ni para reducir la inseguridad, ni para amortiguar la pobreza ni la falta de comida. Es más: todavía le debe a la sociedad una explicación argumentada de por qué mantuvo cerradas las escuelas, cuando la ciencia ya había determinado que no son lugares de supercontagio. Sus asesores electorales le dicen que se cuelgue del voto vacuna, a pesar de que su distrito es el que más dosis tiene en stock y sin aplicar. Es que el peor de todos sus fracasos ha sido lo que dimos en llamar el sistema paralelo de vacunación electoral k, con vacunatorios ploteados con su cara y la de Cristina Fernández, y con la decisión irresponsable de no utilizar la mayoría de los 1,700 centros de salud que tiene la provincia, y todo por no hacer partícipe de la campaña a los intendentes de la oposición. Kicillof, un león haciendo autobombo, llegó a decir, un domingo, por esta radio, que a la vacuna rusa la había conseguido y comprado él, así, en primera persona del singular, como si fuera el Estado mismo. Si fuese cierta semejante afirmación, me atrevería a pedirle que apure el segundo componente de la Sputnik, en vez de comparar a la primera dosis de la vacuna con la antitetánica, pero sin refuerzo. Y ya que está, también podría aclarar a los argentinos y los bonaerenses porqué todavía hay más de 11 millones de dosis sin aplicar, a pesar de que están compradas entregadas y distribuidas. Hablen menos, paren con el autobombo, dedíquense a bajar la inflación, que incorpora, al mundo de la pobreza, a miles de bonaersenses cada día, y vacunen más. Porque esto no es una discusión dialéctica, típica de centro estudiantil. Ya murieron más de 105 mil personas desde que la pandemia comenzó, y ayer se registraron 475 nuevos decesos, a pesar de la propaganda oficial, y los dichos de Daniel Gollán, quien afirmó, sin ponerse colorado, que la campaña de vacunación en la provincia está siendo muy exitosa.
Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia