(Columna de Luis Majul en LN+ del jueves 29 de julio) Quiero ser breve y claro: a mí la vida privada del Presidente Alberto Fernández y de la primera dama Fabiola Yañez me importan poco y nada. Lo que si me importa es dejar en evidencia la doble moral de quiénes todo el tiempo te piden que te portes bien, mientras ellos hacen lo que se les canta.

Por eso me parece inevitable hablar hoy, y cada vez que sea necesario, de las visitas a la quinta de Olivos, en plena pandemia, en plena vigencia del ASPO. Y hablo de las visitas de Sofía Pachi, de Florencia Peña, de Ursula Vargues, de la familia Moyano.

También estoy en contra del delito de agenda.

Esto es: de acusar a alguien por haber visitado al presidente o a un funcionario a la quinta de Olivos.

Lo que sí me parece hipócrita es que nos hayan dicho, con tanta energía y autoritarismo, que nos quedemos en casa mientras ellos, se la pasaban bomba.

Lo empezó a hacer Alberto, primero a las buenas, cuando todos pusimos nuestras vidas en sus manos, y él nos mándame a dormir, con su cara dibujada.

Pero también lo hicieron por las malas, mientras les echaban la culpa a los runners, a los niños que se intercambiaban barbijos, a los que tomaban cervecita y hasta a Sarita, la mujer de la reposera en Palermo, quien, cuando todo comenzó, fue apabullada por tres policías, mientras intentaba explicar que necesitaba un poco de vitamina D.

Alguien debería pedirle disculpas a Sarita ¿no?

Y el Presidente, algún día, también debería pedir disculpas por esto: Alberto con parte de la flia Moyano en la quinta de Olivos.

O esto: velatorio de Diego Armando Maradona.

Por otra parte, Florencia Peña, una divina, con la que no tengo ningún problema personal, o Ursula Vargues, a quien no tengo el gusto de conocer, militaron la pandemia.

Por eso preguntamos. Si su compromiso público estaba tan claro. ¿Qué necesidad tenían de visitar la quinta de Olivos en ese contexto?

Siempre desconfié de las personas que sobreactúan su honestidad, su pertenencia al supuesto progresismo, su “buenismo” y sus actitudes supuestamente solidarias.

Por eso, cada vez que me preguntan si tengo algún problema personal, por ejemplo, con Cristina, o con Víctor Hugo Morales, siempre respondo lo mismo.

Problema personal ninguno, observaciones con la doble moral con la que actúan, muchísimas. No le puedo creer a una persona que dice que su fortuna la logró como abogada exitosa, cuando las evidencias demuestran lo contrario.

No le puedo creer a un periodista que te da clases de moral y pobrismo por un lado y mantiene una contabilidad paralela por el otro.

Y esto se puede hacer extensivo a las visitas de Olivos. Aunque a algunos les parezca una tontería.