El recurso es más antiguo que la democracia, y el peronismo se cansó de usarlo, en diferentes circunstancias: si te acusan de algo que puede dañar tu imagen, exagerá la imputación hasta transformarla en inverosímil y, si es posible, victimizate. Haciendo un uso premeditado de los medios y las redes sociales, eso hizo ayer Florencia Peña. La actriz y conductora, que adhiere públicamente al kirchnerismo, utilizó el programa de televisión abierta que conduce para defenderse de una supuesta versión sobre su visita a la Quinta de Olivos durante la cuarentena que solo se había mencionado en twitter.

En realidad, la potenció hasta el infinito. Peña dijo, palabra más, palabra menos: “Solo fui a una reunión. No soy el gato del Presidente. No soy la petera del Presidente”. Eso fue durante la mañana de ayer. Así intentó, en las horas subsiguientes, cambiar el eje de la conversación pública. Ya no se trataba de discutir porqué el presidente recibía visitas y organizaba festejos en el medio de una cuarentena rígida, mientras que el resto de los argentinos no podía salir ni despedir a sus muertos. Se trataba de un ataque machista contra una mujer perpetrado por la oposición de derecha para acatar al gobierno. Peña no sobreactuó en soledad. Logró, por ejemplo, el apoyo la secretaria legal y técnica de la presidencia, Vilma Ibarra. Vilma escribió: “Misóginos y violentos. Necesitan destruir y lastimar, ensucian todo. No reconocen límites. Mi solidaridad con Florencia Peña”. Lo mismo hizo la ministra de Mujeres, Género y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta: “si tocan a una nos tocan a todas”. declaró. Sin embargo, la discusión, a partir de la difusión de las entradas y salidas a la quinta de Olivos durante el año pasado que incluyó un asado multitudinario con la familia de Hugo Moyano, en el momento más crítico de la pandemia, cuando ni siquiera los niños podían salir a dar una vuelta a la manzana, nunca fue sobre el vínculo entre Florencia Peña y el Jefe de Estado, sino sobre el uso y el abuso de quienes manejan el poder. Ahora sabemos que Peña había sido citada para hablar de la crítica situación de las actrices y los actores. Pero lo que importa aquí, es la cuestión moral. La misma que se sigue discutiendo sobre la existencia del vacunatario vip y los vacunados de privilegio. Quizá lo más interesante y novedoso aquí sea el fracaso del recurso de la exageración de la imputación por parte del kirchnerismo. En el medio del desmanejo de la pandemia, también lo habían intentado el gobernador que grita pero no gobierna, Axel Kicillof y el propio presidente. Uno al acusar a la oposición y a los medios de antivacuna, agarrándose de una única declaración no muy feliz de Elisa Carrió. El otro exagerando con la idea de que los mismos que lo acusaban de envenenar a la gente ahora le pedían más veneno. La demanda de la mayoría de los argentinos, desde que la pandemia comenzó, siempre fue mucho más sencilla y concreta: traigan todas las vacunas que puedan, y que sea cuánto antes. En esto sí que vienen fracasando, sin atenuantes. Y por supuesto, es algo mucho más grave. Porque consecuencias no se miden en niveles de indignación personal, sino en cantidad de vidas humanas. Miles de vidas que se perdieron y ya no se pueden recuperar.

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia