Si uno se da una vuelta por las cuentas de tweeter e Instagram de los principales candidatos del Frente de Todos en la provincia de Buenos Aires, lo puede atacar la falsa idea de que estamos en vacunolandia. Es decir: “el plan de vacunación más importante de la historia”, como te lo militan los chicos grandes del gobernador que grita pero no gobierna, Axel Kicillof.
Ayer, mientras anunciaba, junto a la ministra Carla Vizzoti y su par en la Ciudad, Fernán Quirós, el inicio de la mezcla de vacunas como una solución de emergencia para tapar el enorme agujero que está dejando la demora de la segunda dosis de Sputnik, Nicolás Kreplak habló sin ponerse colorado de “soberanía sanitaria” y revoleó, alegremente, el nombre de César Milstein, el químico argentino ganador del premio Nobel de Medicina por sus investigaciones sobre anticuerpos monoclonales. Mamita querida; tienen el mismo modus operandi que la mafia: primero te crean el problema; después te venden la solución. En su perfil de tweeter, Kreplak, de 40 años, se autopercibe como médico clínico, sanitarista y militante, pero la verdad es que forma parte de la casta que se vacunó antes que todos nosotros, el resto de los mortales. Además se dio el lujo de inocular a la jefe, vicepresidenta Cristina, con las cuotas de vacunas recibidas en el partido de Avellaneda, donde también se inyectó Stefania Desireé Purita Díaz, la militante de 18 años allegada a Jorge Ferraresi que pasó a la fama como una de las más peculiares vacunadas VIP. Gran exponente del haz lo que yo digo mientras hago lo contrario, el flamante ministro de Salud de la provincia también pasará a la historia por festejar su designación con un pogo militante sin distanciamiento social ni responsabilidad epidemiológica, al mismo tiempo que se erige como un vigilante de la conducta anti-COVID ajena. No vale la pena preguntarse si de vez en cuándo se detienen a pensar lo que están haciendo, o si son capaces de asumir el más mínimo error. Ellos se auto justifican como parte de un proyecto de evidente superioridad moral. Una secta a la que no le entra ninguna bala.
columna de Luis Majul en Radio Rivadavia