Los 100.000 créditos para la vivienda de personas de entre 18 y 65 años de hasta 350.000 pesos y con una tasa de interés de entre el 2 y el 17 por ciento anual que anunció la Presidenta el martes es una muy buena noticia, pero no alcanzaría para detener la desaceleración económica a la que muchos economistas ya consideran una clara recesión.
Al margen de que primero se debería constatar su instrumentación y asegurar su transparencia, los especialistas afirman que servirá para reactivar el mercado de la vivienda y aumentar la demanda laboral en el sector de la construcción, pero no será útil para corregir el desbarajuste que produjeron en la vida cotidiana de los argentinos las restricciones a la compra y venta de dólares.
El presidente del Banco Ciudad, Federico Sturzenegger, está contento y preocupado a la vez. Está contento, dice, porque copiaron, en parte, la iniciativa que lanzó la semana pasada el gobierno de la Ciudad, de lanzar 3500 créditos para la primera vivienda. Pero está preocupado porque, sostiene, no se trataría de un mecanismo de concesión tan transparente como el que plantea, dice, la entidad que preside. Desde que el gobierno porteño lo publicó, la página del Banco Ciudad recibió más de dos millones de visitas. El cree que se debe a que las cuotas son bajas y el mecanismo de entrega, transparente: lo ideó la Universidad de Buenos Aires sobre la base de un sistema de puntos que premia, entre otras cosas, el nivel de ingresos y la escolaridad de los hijos de los padres que lo soliciten.
Pero la preocupación de Sturzenegger no se agota en el asunto de los créditos. Tampoco en el intento de Diana Conti, diputada por el Frente para la Victoria, de transferir al Banco Nación el fondo de 7000 millones de pesos que recauda el Banco Ciudad por el cobro de las tasas judiciales. El funcionario está inquieto, en especial, por los datos duros de la economía real. El los repite ante cualquiera que lo quiera saber. Y cita fuentes oficiales y sectoriales. Dice que el PBI, que hasta septiembre del año pasado se encontraba en ascenso, cayó 2% entre octubre y abril de este año. Que la inversión total descendió 16% de abril a abril. Que las ventas minoristas cayeron de 3 a 6%. Que la construcción descendió 8 puntos en el último año y que hubo un 25% menos de escrituras para comprar y vender propiedades. Explica que la recaudación también bajó, en términos reales, porque el crecimiento del 20,5% anual es menor que la inflación real de cerca del 25%. Afirma que la demanda laboral disminuyó 36% en un año, y cita datos de la Universidad Di Tella. Informa que las exportaciones disminuyeron 6%, y las importaciones, 14%. "Va todo para abajo, menos la venta de autos, porque el precio parece estar atado al dólar oficial", me explicó un empresario de la industria automotriz.
También inquieta a Sturzenegger el diagnóstico oficial que sostiene que la preocupación por el dólar es un asunto de la clase media pudiente y unos cuántos caceroleros que viven en Palermo, Recoleta, Puerto Madero y Belgrano. El me contó que la semana pasada, cuando fue al barrio Los Piletones, de Villa Lugano, para anunciar la instalación de una nueva sucursal del banco, muchos vecinos le dijeron que sólo se acercarían a la entidad si les permitían abrir una cuenta en dólares. Se lo explicaron con una lógica brutal. Le contaron que, aunque no tenían muchos miles, se sentirían más seguros dejando los billetes en el banco, en vez de esconderlos en su propia casa. Pero argumentaron que no abrirían una cuenta en pesos porque la inflación les haría perder el valor de la moneda nacional. "Ellos no piensan en dólares porque son frívolos. Piensan con la lógica de cualquier ahorrista. Y tienen razón", opinó.
Detrás de la decisión de los vecinos de Los Piletones se encuentran las preguntas que todavía el Gobierno no respondió con claridad. Si la economía argentina goza de buena salud ¿por qué no nos dejan compran y vender dólares libremente? Si de verdad las reservas del Banco Central llegan a 46.000 millones de dólares, ¿era necesario quedarse con todos los dólares del mercado cambiario para pagar los Boden 2012, los cupones del PBI y las importaciones de combustible que necesita la Argentina este año?
Los economistas que defienden al Gobierno explican que sostener el dólar a 4,50 pesos tiene un motivo muy loable: mantener el valor del salario y conservar las fuentes de trabajo. Pero quienes sostienen lo contrario aducen que, sin las restricciones, el dólar hoy valdría 5,50 pesos, un precio muy competitivo para aumentar las exportaciones y también las importaciones, que es lo que genera productividad y crecimiento de la economía real. "Lo que ellos llaman devaluación yo lo llamo una leve baja del salario en dólares, algo que no sería tan malo, porque están demasiado altos comparados con los salarios en la región y en el mundo también", me explicó otro economista que no comprende adónde apunta la política económica de Cristina Fernández. A propósito del salario: todavía no se entiende cómo el gobierno nacional no sube el mínimo imponible y deja de cobrar este impuesto regresivo a trabajadores en blanco que lo necesitan con urgencia para llegar a fin de mes. Esta administración que se dice progresista podría lanzar ya mismo una verdadera reforma tributaria que deje de presionar cada vez más a los trabajadores registrados y les empiece a cobrar impuestos, por ejemplo, a los empresarios del juego, para citar sólo una actividad superrentable. De otra forma, se expone a que lo corra por izquierda hasta el ministro de Educación del gobierno de la Ciudad, Esteban Bullrich, quien reclamó que les dejaran de cobrar impuesto a las ganancias a los maestros porque con sus ingresos no alcanzan a cubrir la canasta familiar.
Igual, para no ser injustos, hay que decir que la Presidenta en su último discurso público se quejó con cierta razón. Dijo que no era coherente que quienes aducían que el crecimiento de la Argentina se debía al viento de cola, ahora no reparen en el impacto negativo que tiene para el país la crisis internacional. La verdad es que la economía mundial está muy mal y que la eurozona está todavía peor. Y también es cierto que la Argentina, comparada con Grecia o con España, hasta hace poco, se parecía mucho a un país en crecimiento. Por eso mismo no se explica qué necesidad tenían Ella y el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, de cambiar las reglas de juego de manera intempestiva. El ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, lo explicó con mucha sencillez. Dijo que ahora no se puede volver atrás con un solo golpe de martillo. Explicó que estamos en la parte más alta de un tobogán. Y sugirió que, lo mejor que podemos hacer, es tratar de que la caída sea lo más suave que se pueda.
Publicado en La Nación