Hay, entre Cristina Fernández y Hugo Moyano, antes que nada, algo personal. Una evidente cuestión de piel que ambos quieren disfrazar con distintas máscaras, pero que contiene, en lo esencial, un mutuo y profundo desprecio. Para empezar, la Presidenta considera al sindicalista un machista recalcitrante. Y para seguir, el líder de la CGT interpreta que una de las grandes causas de su imposibilidad de diálogo con la jefa de Estado es, precisamente, su condición de mujer. “Con Néstor era más fácil. Podíamos discutir por asuntos concretos, pero jugábamos de memoria y tocábamos de primera”, suele decir el Negro a sus amigos con los que se junta a hablar de fútbol.

La más fuerte discusión que mantuvieron “cuerpo a cuerpo” no fue, como muchos creen, aquella tarde de 2010, en el estadio de River, cuando Moyano hizo público su anhelo de que un trabajador ocupase algún día el cargo de Presidente y Ella le respondió que venía trabajando desde muy pequeña. Sucedió un poco antes, en el despacho de la Presidenta, en la casa Rosada, cuando lo convocó para presentarle un nuevo sistema informático que serviría para hacer más transparente la distribución de los fondos de las obras sociales. El representante de los camioneros se negaba a ponerlo en funcionamiento porque primero quería que se le devolvieran los fondos de las obras sociales sindicales, al que siempre consideró un botín de los gremios. El tenso diálogo fue publicado, textual, en el primer capítulo del libro El y Ella, donde se detalla la maniobra judicial para sobreseer en tiempo récord a Néstor Kirchner y su esposa en la causa por enriquecimiento ilícito.

- Vos cállate, que zafaste del enriquecimiento ilícito porque tenés al juez agarrado de las bolas- le terminó gritando Moyano, en referencia a Norberto Oyarbide, al final de la discusión, y antes de pararse e irse sin saludar.

Ella había iniciado la pelea al gritarle, sin matices:

-¡Ladrón de obras sociales!

El entonces le respondió:

-Si las querés (a las obras sociales) quédatelas vos.

Ella retrucó:

-No. (Administrarlas) es tu obligación, como sindicalista. Al final, parecés un burócrata.

-¡Ningún burócrata te pone 300 mil personas en la calle!-se envalentonó Moyano, en referencia a un último acto público organizado por Camioneros.

- Si vos pusiste 300 mil, nosotros pusimos a 6 millones- le enrostró Cristina Fernández, en alusión a los festejos del Bicentenario.

- Será porque la gente quiere el proyecto, pero no los quiere tanto ni a vos ni a tu marido- la chicaneó Moyano.

Entonces la Presidenta pareció enojarse de verdad:

-¡Ladrón! ¡Fascista! ¡Vos buchoneaste a nuestros compañeros!

Y, como toda respuesta, el líder de la CGT le “pegó” donde más le duele: en las sospechas sobre la acumulación indebida de su patrimonio familiar. Desde aquel día, ambos supieron que el inestable vínculo que los unía se había roto de manera definitiva. “De ese tipo de acusaciones mutuas no se vuelve más” me dijo uno de los testigos presenciales que todavía asesora, en el área de la salud, a la Presidenta. Lo único que faltaba saber era quién golpearía primero y cómo respondería el otro. Moyano se dio por enterado cuando se empezó a mover la causa judicial enmarcada en la denominada mafia de los medicamentos y también cuando amenazó con romper, de manera definitiva, después de la llegada del polémico exhorto desde Suiza. El empezó a construir  “la oposición sindical” un poco antes de las elecciones presidenciales del año pasado, cuando le mandó la famosa carta con el reclamo de la baja del mínimo no imponible, el aumento de las asignaciones familiares y los más de 12 mil millones de las obras sociales sindicales que maneja el Estado y que se acumulan en una cuenta del Banco Nación.

“El Negro es un gran tiempista. No necesita una encuesta para saber cuál es el estado de la economía real”, me explicó un ex asesor presidencial de Néstor Kirchner, quien ahora visita a Moyano bastante seguido. El sí mira encuestas y le sorprendió comprobar que la imagen positiva del sindicalista, que hasta hace poco era igual a cero, había crecido, en algunos sectores de la ciudad y el primer cordón del conurbano, hasta llegar a más del 30 por ciento. “La clase media ve, como atributos positivos de Moyano, su coraje para enfrentar al gobierno y la defensa que hace del trabajador formal, registrado, y afectado por el impuesto a las ganancias y el cepo del dólar que usaba como instrumento de ahorro”, me explicó el sociólogo de una consultora que también tiene al sindicalista como su nueva estrella. En efecto, Moyano se ha transformado, como sostienen los cientistas políticos, en un “emergente social” de la oposición, ante la carencia de una opción política fuerte y articulada, capaz de ser vislumbrada como una alternativa de poder. Lo mismo le pasa al periodista Jorge Lanata, aunque no representa ningún partido político ni tiene intenciones de presentarse como candidato a nada.  El horizonte del camionero es el próximo 12 de julio y, aunque todo indica que habrá más de una CGT, Moyano ya puede festejar por anticipado, porque se está convirtiendo, de a poco, en una referencia ineludible del poskirchnerismo. “Lo de Moyano y Lanata es humo y espuma. La verdadera pelea se va a dar el año que viene con las elecciones legislativas. A nosotros, más que el paro del próximo miércoles, nos preocupa la confluencia de intereses entre los que vayan a la plaza, (Daniel) Scioli (Mauricio) Macri y el Grupo Clarín” me dijo un kirchnerista con representación parlamentaria en la Ciudad de Buenos Aires. El está trabajando para que la manifestación sea un fiasco. La Presidenta también tiene con el gobernador de la provincia y el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires algo personal. Los ve como sus principales adversarios y trabaja para que lleguen a 2015 sin voz ni votos.

 

Publicado en El Cronista