En el gobierno quieren imponer un nuevo relato, antes de que se confirmen los resultados de la elección del próximo domingo 12 de septiembre. El nuevo relato dice: si en la provincia de Buenos Aires en particular y el resto del país en general el Frente de Todos gana, aunque más no sea por un voto, el resultado deberá ser considerado un gran triunfo. Casi una hazaña sin precedentes. Es más: ya están vendiendo que, incluso si se llegara a perder, igual tendrían que salir a ser celebrado como una victoria, porque hay pocos antecedentes de oficialismos que no hayan sido derrotados por paliza, en el medio de la pandemia.

Si así aconteciera, los medios hegemónicos k usarán todos los ejemplos para probarlos que tienen a mano. Desde Donald Trump ante Joe Biden hasta las elecciones en la Comunidad de Madrid, donde el Partido Popular arrasó con el Partido Socialista y también la organización falsa progresista Podemos. Desde las alecciones de Chile hasta las de Israel. Y también usarán, en el caso de la provincia de Buenos Aires, la serie que afirma que, desde 2003 hasta la fecha, el peronismo siempre perdió las elecciones de medio término, excepto las de 2005, en las que Cristina Fernández superó a Hilda Chiche González de Duhalde por una amplia diferencia de más de 25 puntos. A nuestro entender, el análisis correcto debería ser el opuesto. Y debería ser formulado así: si después de la enorme cantidad de dinero que el presidente le regaló, de manera discrecional, al gobernador que no gobierna pero grita, Axel Kicillof, el Frente de Todos, unido, sin fugas, no gana, en la provincia, por la misma diferencia de votos con la que superó a Juntos por el Cambio en 2019- unos 14 puntos porcentuales- ese resultado debería ser considerado una derrota. Un verdadero retroceso. Porque lo obtendría a pesar de haber hecho uso y abuso del aparato partidario sin ningún tipo de escrúpulos, bajo el imperio de un sistema de vacunación paralelo k, que no solo hizo más lenta la aplicación de vacunas sino que permitió que se inoculara primero la militancia perteneciente a los chicos grandes de la Cámpora y los incondicionales de Roberto Baradel. Un privilegio inmoral cuya máxima expresión fue representada por Stefanía Desirée Purita Díaz, la becaria de 18 años de la municipalidad de Avellaneda, quien se vacunó antes de tiempo, y encima pretendió justificarlo con mentiras. Y ganar, insistimos, por un voto menos que la victoria de 2019, con Alberto, Cristina, Máximo, Sergio Massa y Kicillof, todos juntos y amontonados, y después de haber repartido la mayor cantidad de planes sociales y subsidios de la que se tenga memoria, debería ser también, analizado como el principio de una posible derrota cuyo foto final podría llegar a verse durante 2023, cuando se celebren las próximas elecciones presidenciales.

Al contrario: si así sucediera, este resultado, el de perder por una diferencia menor a la de los últimos comicios, debería ser analizado como un verdadero triunfo para Juntos por el Cambio. Porque se debería ponderar el hecho de que, a pesar de la sorpresiva derrota de diciembre de 2019, y de la discusión sobre el liderazgo de la fuerza, sus principales dirigentes se mantuvieron unidos y competitivos, a lo largo y a lo ancho del país. También hay una manera de pararse a interpretar distinta, y bastante más determinante que las dos primeras. Sumando a los diputados nacionales y los senadores nacionales que se repartirá cada fuerza a partir de diciembre de este año. Va de suyo que si el oficialismo se acerca a los guarismos de 2019, obtendrá en la Cámara baja la mayoría absoluta y el quorom propio, y podría hacer de este país casi todo lo que se le dé la gana. Y, por el contrario, si Juntos por el cambio consigue evitar mantener o reducir el equilibrio de fuerzas que hoy se manifiesta en Diputados, y disminuir en algo la hegemonía que mantiene el Frente de Todos en senadores, Horacio Rodríguez Larreta, Mauricio Macri, Diego Santilli, Patricia Bulrich, María Eugenia Vidal, Lilita Carrió, Gerardo Morales, Alfredo Cornejo y Martín Lousteau, entre otros, podrán considerar el resultado un incentivo para soñar con el regreso al poder en 2023.

Una advertencia más. Y no embromamos más: el próximo domingo 12 de septiembre se realizarán las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, pensadas para definir las candidaturas dentro de las propias fuerzas partidarias. Las generales, en cambio, sucederán el domingo 14 de noviembre próximo. En este contexto, y siempre hablando de la provincia de Buenos Aires, si el Frente de Todos no repite su espectacular triunfo de 2019, y Juntos por el Cambio logra conservar los votos de Santilli y Facundo Manes y además sumar una parte la de los que votarán en las PASO a Florencio Randazzo o José Luis Espert, las cosas para el Frente de Todos se pondrían peor de lo que están. Con Alberto más débil y Cristina al acecho, desesperada por hacer desaparecer, de la manera que sea, las causas judiciales por corrupción que tanto la atormentan.

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia - 2 de septiembre de 2021