Si se lo mira a la manera de Néstor Kirchner, en la que cualquier tenida se transforma en una guerra a todo o nada, se podría afirmar que ayer la heterogénea oposición le propinó una impactante derrota al Frente para la Victoria (FPV) en el recinto del Senado. Y no solo porque consiguió el quórum que la semana pasada le había sido negado con una picardía de Carlos Menem. También porque la oposición, para complacer al ex presidente que según Kirchner trae mala suerte, le dio un lugar de preferencia en tres comisiones clave -Asuntos Constitucionales, Presupuesto y Hacienda y la de Acuerdos- y, para hacerlo, se lo quitó a un miembro del oficialismo.
Y eso fue solo el principio, porque además la nueva primera minoría votó la interpelación al ministro de Economía, Amado Boudou, y la preferencia para discutir, la semana que viene, una nueva ley del impuesto al cheque y el polémico Decreto de Necesidad de Urgencia (DNU) que dictó la Presidenta con la intención de usar las reservas del Banco Central para pagar la deuda a los organismos internacionales y acreedores privados.
En un país con un gobierno racional, la noticia sería importante, pero no de vida o muerte, porque con la nueva relación de fuerzas sobrevendría una negociación para que Fernández pudiera seguir gobernando con normalidad, como lo hizo Raúl Alfonsín con la mayoría del Senado en contra. Pero la interpretación que ya están haciendo la jefa del Estado y Miguel Pichetto, el jefe de Bloque de Senadores oficialistas, es que se trata del primer paso de una gran conspiración encabezada por Julio Cobos para impedir que el Gobierno avance. Un intento de desestabilización que incluiría la pretensión de cogobernar. Una especie de golpe de Estado civil contra un gobierno nacional y popular que necesita las manos libres para, por ejemplo, disponer de las reservas del Banco Central.
Nunca está de más recordar, otra vez, que el jueves 17 de julio de 2008, horas después de ser derrotado por el voto no positivo de Cobos, Kirchner intentó convencer a su esposa para que abandonara el cargo, mientras ambos hacían una hoguera con los papeles que contenían información sobre las retenciones al campo en la chimenea de la Quinta presidencial de Olivos. ¿Alguien, cerca de la jefa de Estado, está pensando, a esta altura del mandato, que sería mejor retirarse como una víctima a soportar varias derrotas como la de ayer?
Ayer, en el planeta Kirchner, donde todo se sobredimensiona y se exagera, debió haber caído como un balde de agua fría, además, otra anécdota menor. Se trata de la descomedida frase del presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Julio Grondona, quien, sin saber que ya estaba en el aire del programa radial de Mauro Viale, trató el ex presidente de "cagón" y le quitó el crédito de haber impulsado el denominado "Fútbol para Todos".
Los dirigentes que han sufrido al kirchnerismo en carne propia, como Felipe Solá y Elisa Carrió, no están eufóricos, como la mayoría de la oposición, por el supuesto triunfo del Senado, sino muy preocupados por lo que puede venir. Ambos consideran que la imposición de los decretos para hacer uso de las reservas que anunció Cristina Fernández durante la inauguración de las últimas sesiones ordinarias es solo el primer paso de una escalada de decisiones cada vez más irracionales, cuyo final podría ser catastrófico.
No está mal festejar. Ningún argentino debería dejar de hacerlo después del triunfo del seleccionado nacional contra el equipo de Alemania. Pero el juego de la democracia es otra cosa. Y los panfletos con la leyenda "ustedes también la tienen adentro", que arrojaron sobre el recinto de la Cámara de Diputados las barras k instantes después del sorpresivo anuncio de la Presidenta, no debería ser el espíritu con el que se discutan los asuntos públicos en la Argentina. Aun cuando ayer haya sido para Kirchner, según su extraordinaria visión de las cosas, un verdadero día de miércoles.
Especial para lanacion.com