Los argentinos deberíamos tener mucho cuidado. Volvió Aníbal Fernández al gobierno, otro empleado de Cristóbal López en el corazón del poder; un dirigente que no tiene problemas en ensuciar a un fiscal muerto, que no le puede contestar; alguien capaz de robar algunos votos a un compañero peronista con tal de ganar la interna. Lo más curioso es que también volvió Julián Domínguez, el dirigente que denunció que Aníbal le robó los votos. El clima está demasiado enrarecido. La oposición debería estar alerta.

Volvió al gabinete Juan Manzur, sospechado de haber cometido fraude en la provincia de Tucumán y denunciado por abuso de poder, al impedir un aborto de una niña de 12 años que fue violada por la pareja de su abuelo. Lo triste es que Elizabeth Gómez Alcorta, la actual ministra de Género, y en su momento la abogada que lo denunció, no dijo ni mu, y todavía sigue en su cargo, con las convicciones un poco maltrechas. No nos detengamos demasiado en la designación de Daniel Filmus, cuyo único mérito es haber sido derrotado una y mil veces. Tampoco en el pase de Santiago Cafiero de la jefatura de gabinete a la cancillería, porque directamente parece un chiste. Pero si los cambios en el nuevo gabinete te sorprenden para mal, pensá en cómo debe estar el Presidente, a quien la embestida de Cristina Fernández lo dejó tan grogui, que no tuvo empacho en soltarle la mano a Juan Pablo Biondi, uno de los pocos amigos incondicionales que le quedaban. El gobierno es un verdadero despelote, y parece que todavía no hemos visto lo peor. El problema es que la vicepresidenta todavía no termina de procesar la derrota. Los pocos que tuvieron contacto con ella aseguran que tiene una furia incontenible. Que la carta de la semana pasada solo es una pequeña muestra de lo que está dispuesta hacer para evitar que se la responsabilice por la derrota del domingo negro 12 de septiembre y de la probable derrota que está por venir. El problema ya no es quien manda, porque, si alguien tenía alguna duda, ahora quedó bien claro. El problema es que Cristina parece dispuesta a seguir incendiando todo, antes de que la realidad se la lleve puesta a ella. Para evitar que nos siga enloqueciendo a todos, sería imperioso fiscalizar, con más esmero que nunca, el conteo de votos en la provincia de Buenos aires, y en el resto del país. Y no subestimar nunca lo poderosos que pueden llegar a ser el odio y el resentimiento.

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia - 21 de septiembre de 2021