Hoy, en La Nación, Claudio Jacquelín abordó, con elegancia, uno de los pequeños grandes mitos de la política argentina: el verdadero papel de Máximo Kirchner en la toma de decisiones del gobierno y los asuntos del país. La real influencia que ejerce sobre su madre, la jefa del kirchnerismo derrotado. Le puso, a su columna, un título sugestivo: “La empresa Demoliciones Máximo dinamita, pero no construye”.

El caso del hijo de la vicepresidenta es digno de un análisis profundo. Subestimado desde hace años como el chico que no terminó ni la carrera de periodismo ni la de derecho y que se le pasaba jugando todo el tiempo a la play station, ahora se lo sobreestima, como si fuera un gran estadista. Es más: sus subordinados de La Cámpora lo “venden” como una especie de oráculo, que es capaz de sentarse con los grandes empresarios de este país, escuchar y tirar sobre la mesa dos o tres conceptos, dejando a su interlocutor rebobinando sobre lo que de verdad quiso decir. La verdad es un poco más sencilla y menos promisoria. Máximo Kirchner es un dirigente mediocre, hiper ideologizado, populista, demagogo, cuyo único poder se basa en el apellido que le tocó, y que aprovecha su capacidad de daño para hacer operaciones contra sus adversarios políticos dentro y fuera del Frente de Todos. Oscuro y rencoroso, heredó, de su madre y de su padre, el odio y el resentimiento hacia los periodistas críticos. En especial a los que no puede amenazar con el látigo ni comprar con la chequera. A pesar de los esfuerzos de sus amigos para mostrarlo como un poco más moderado y pragmático que su madre, se sabe que no se va a detener hasta lograr el desplazamiento del ministro de Hacienda, Martín Guzmán. También a los intendentes que no le responden se las tiene jurada: Fernando Gray y Juancho Zabaleta están primeros en la lista para ser atacados con energía en cuanto tenga un resquicio para hacerlo. Una de los problemas que explican la decadencia de la Argentina es que para llegar a manejar miles de millones de pesos del Estado, y tomar decisiones tan relevantes como la de aumentar o no las tarifas, no importa el mérito ni los estudios ni la experiencia, sino el grado de cercanía o parentesco que tengas con Cristina Fernández de Kirchner. Así estamos.

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia (4 10 21)