(Texto y video de la columna de hoy de Luis Majul en el programa La Cornisa por la señal La Nación Más) Vienen rompiendo todo desde diciembre de 2019.

Y ahora lo quieren pegar con un poco de platita y otro poco de marketing político.

Está todo roto entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner.

El presidente le echa la culpa del fracaso electoral a la vice. Uno de sus ministros afirma que ella se ocupa de vaciarlo de poder todos los días: “sin ella no se podía ganar, pero con ella no se puede gobernar” (armen placa)

Desde el Instituto Patria le responden con rencor, con el mismo tono de Fernanda Vallejos: “Nosotros lo hicimos presidente, pero es el peor gobierno de la historia”.

No solo entre el los componentes de la fórmula presidencial contra natura está todo roto.

También algo se rompió entre Cristina y Axel Kicillof.

Parece que ella le dijo en el Calafate algo que los intendentes le venían sugiriendo por lo bajo.

Que no tiene idea del despelote que es la provincia.

Que no sabe gobernar.

Dicen que desde ese día, Kicillof parece inconsolable.

Que todavía no pudo procesar, ni de derrota, ni la intervención de su gabinete.

Entonces Kicillof quedó reducido a presentador del plan “platita para no perder”, con el anuncio de una “limosna” de 30 mil pesos para 220 mil egresados de la provincia de Buenos Aires.

Alerta: el anuncio podría quedar solo en promesas.

Porque lo debería aprobar la legislatura, donde el oficialismo no tiene mayoría.

Por este tipo de manotazos de ahogado, el nuevo consultor de Alberto, el catalán Antoni Gutiérrez Rubí, no para de agarrarse la cabeza.

El sospecha que las promesas funcionan como un boomerang.

Que irritan a la mayoría de los votantes que los eligieron en 2019 y que ahora les dieron la espalda.

Que remiten, a la palabra “platita”.

Es decir: a la frase pianta votos de Daniel Gollán.

Tampoco el consultor catalán está contento la convocatoria del jueves pasado en Nueva Chicago. Lo escribió Santiago Fioriti hoy en Clarín.

Gutiérrez Rubí dice que no sirve para juntar votos un acto de 3 horas 45 minutos con miles de personas sin aforo y sin barbijo en donde se le rinde un homenaje al comandante Hugo Chavez.

Un acto en el que, otra vez, Alberto aparece gritando y usando el “Ah, pero Macri” para justificar todo lo que no pudo hacer.

Gutiérrez Rubí cree que no fue inteligente utilizar el verbo “brindar” para referirse al ex presidente, porque remite al Olivos gate. A la foto del cumple de Fabiola Yañez.

Pero no hay que ser consultor para comprender que tampoco le sirve al Frente de Todos, Emilio Pérsico, reclamando un poder que dure 20 años, sin alternancia, y diciendo que hay que llenar la política de pobres.

Pero no solo se rompió algo muy profundo entre Alberto y Cristina, y entre los votantes de 2019 y los que le dieron la espalda ahora.

También se rompió el mito de “Máximo Kirchner estratega, invicto, más pragmático que su madre, la futura esperanza blanca de los chicos grandes de La Cámpora”.

Porque esta semana, Máximo se transformó en el peor Néstor, cuando amenazó a los diputados de la Coalición con revelar supuestos pactos preexistentes en la provincia entre el peronismo y María Eugenia Vidal mientras fue gobernadora.

Porque no tuvo empacho en presionar de mala manera a la oposición, con la siguiente amenaza: “si son tan guapos, les tiramos el gobierno por la cabeza y gobiernen ustedes”.

Los apretó mal.

Y ni aún así, logró quórom para debatir el proyecto del etiquetado frontal en los alimentos.

Es el mismo Máximo Kirchner, que, desesperado y sin estrategia, se pudo ver en el acto de Chicago, preguntando de manera maniqueísta a la tribuna, como si se tratara de niños.

Fue imperdible.

Empezó así: “quieren que vuelva a gobernar la Argentina Mauricio Macri?/ Quieren que vuelva a gobernar la provincia María Eugenia Vidal?” Pero cuando terminó con los nombres y apellidos preguntó: “Quieren que vuelva al trabajo?....” Y no se escuchó un sí tan claro. No se oyó nada. Mirá. Escuchá.

Es más.

Era tanta la confusión en el acto de Chicago, que cuando los militantes salieron de la cancha, ante una pregunta de un cronista de La Nación, una mujer le dijo que habían estado ahí para apoyar a a….¡Cambiemos!

Por eso.

Está todo roto.

Porque una fórmula presidencial contra natura podía servir para ganarle a Macri, pero no para gobernar con una mínima eficiencia.

Porque no se puede gobernar con una agenda cuya prioridad era y sigue siendo, evitar que avancen las causas judiciales contra Cristina, y ejecutar el plan de impunidad y venganza contra Macri.

Porque no se puede pegar con saliva y en cinco minutos el desastre que hicieron en casi dos años.