(Texto y video de la columna de Luis Majul de hoy en la emisión de La Cornisa por la señal La Nación Más) Digámoslo de una vez: el presidente se quiere sacar de encima a Cristina, pero no puede. El miércoles pasado, según escribió el periodista Santiago Fioriti, de Clarín, Alberto la tuvo que recibir en la quinta de olivos. El mismo día, la vice hizo esperar al ministro de Economía, Martín Guzmán, en su antesala del despacho del senado, por lo menos media hora. Desde las 14:45 hasta las 15:15.
¿Qué te sugieren estos datos? ¿Que cristina se está replegando para cuidar a sus nietitos o que le estaría diciendo a Alberto en privado lo que ya le dijo en público horas después de la foto del cumpleaños de fabiola? Porque ese es el verdadero y más crudo lenguaje del poder. El de la jefa, que nunca retrocede.
El de ella y su banda de incondicionales, disciplinando a los jueces Daniel Obligado y Adrián Grunberg. Humillándolos, exponiéndolos al ridículo y el escarnio social. Sometiéndolos para garantizar su impunidad en Hotesur y Los Sauces, la causa de corrupción más pesada que soporta, después de los cuadernos de las coimas y la de obra pública.
Pero también es un mensaje de poder y a favor de la impunidad, el de Carlos Zannini, el monje negro, quién en un encuentro de talibanes de la justicia, esta misma semana, comparó a Cristina con Dios. Prestá atención a sus dichos. Y después decime si estos tipos hablan como si se estuviesen yendo, o si nos están diciendo que no solo pretenden quedarse en el poder de por vida, sino también seguir afanando, hasta que duela.
Son los mariscales de la derrota. Pero operan y hablan como si hubieran ganado. Como si fueran los dueños de la verdad.
¿O acaso ya te olvidaste como el mismo Zannini nos refregó a todos en la cara su condición de vacunado vip?
Los ministros que responden a Alberto, como Juanchi Zabaleta, Gabriel Katopodis y Santiago Cafiero, entre otros, están queriendo ver, después de la última derrota, una suerte de creciente autonomía presidencial.
Se basan en los siguientes hechos, entre otros:
·el acto después de las elecciones en el que Alberto fue el único orador, rechazó la exigencia de Máximo de suspenderlo y anunció que el dedo de Cristina, el mismo dedo que lo ungió a él, ya no corre más.
·la baja de la influencia en el gabinete de Wado de Pedro, a quien el presidente seguiría considerando un traidor por haber presentado la renuncia la misma semana de la carta bomba de la vice y los audios de Fernanda Vallejos.
·la salida del gobierno de la subsecretaria de comercio interior, incondicional de Roberto Feletti y de Cristina, Debora Giorgi.
A este último dato lo presentan así:
“es la primera vez que sale eyectado no uno de los nuestros, sino uno de los de ella. Una funcionaria cristinista que no funciona”.
Optimistas por naturaleza, los ministros leyeron la última cartita de Cristina como un apoyo explícito a Alberto en su negociación con el FMI.
Quizá no pudieron ver el emblemático videíto de la Cámpora contra el fondo y el pago de la deuda.
O tal vez se olvidaron de aquel discurso incendiario de Máximo “peligro” Kirchner, desde su banca, un guapo con fueros, y varios millones de en su cuenta bancaria personal.
O por ahí subestiman las amenazas de Hebe de Bonafini, ahora devenida en títere de la vice.
O minimizan las implicancias de la apertura de una nueva unidad básica de la Cámpora, en el barrio de Villa Crespo, con el nombre de “compañero Amado Boudou”, y con la presencia estelar del primer vicepresidente de la historia con condena firme por robarse la máquina de hacer billetes.
Está claro que, desde que el presidente asumió, hace ya casi dos años, la destrucción de su imagen y la devaluación de su palabra fueron, y siguen siendo, vertiginosas.
Que los trucos de marketing como la tapa de la revista Noticias hablando de superalberto y sus creativos presentándolo como el capitán Beto, ahora son tomado para la chacota, y hasta lo comparan con la animación de super bigote, Nicolás Maduro.
O quizá, Alberto y Cristina, de tanta energía que le ponen a su estresante pelea por el poder, todavía no alcancen a comprender por qué perdieron.
No estaría mal un breve recordatorio:
·los 92 muertos por la represión policial durante la cuarentena.
·el ajuste a los jubilados.
·la brutal caída del salario.
.el intento de expropiación de vicentín.
·los vacunados vip, de Verbitsky a Zannini.
·el vacunatorio vip.
·la cuarentena eterna.
·un asesinato por día en el conurbano bonaerense.
·la liberación masiva de presos por covid.
·el cierre de fronteras.
·los varados en el exterior.
·los más de 116 mil muertos por covid.
·el bloqueo al contrato con pfizer que hubiera evitado miles de muertes.
·el aumento de la pobreza al 42 por ciento y de la indigencia, a más del 10 por ciento.
.el apoyo oficial a la toma de tierras en la provincia de Buenos Aires y en la Patagonia.
·el apoyo a dictaduras como las de Venezuela y Nicaragua.
·el Olivos gate.
·los 18 meses sin clases.
·las 23.000 pymes cerradas.
·el cepo al dólar.
·el cepo a la carne.
.la devaluación de la moneda, con el dólar pasando de 60 pesos a más de 200 pesos.
Pero perdieron, también, porque Cristina, se empacó en cobrar dos jubilaciones de privilegio, mientras los jubilados cada vez la pasan peor.
Porque la vice, en vez de probar su inocencia en los juicios sigue “apretando jueces”, como lo admitió en sus conversaciones impúdicas con oscar Parrilli. Y no solo para lograr impunidad. También para que procesen a Macri forzando los argumentos, como hizo el magistrado Martín Bava, en la causa por presunto espionaje a los familiares del ARA San Juan.
Porque no está mal que Alberto sueñe con sacarse de encima a Cristina. El problema es que a esta altura, no sepa que ella jamás va a cambiar.
Que, igual el dólar cuando baja un poquito, lo que hace en realidad es tomar carrera para volver a subir, Cristina, cuando calla, o escribe que la lapicera la tiene el presidente, no lo hace porque si volvió buena.
Lo hace para ganar tiempo.
Porque tarde o temprano volverá al ataque, para seguir rompiendo todo.