Néstor Kirchner ya no tiene todo el poder, pero su capacidad de daño sigue intacta. “No puede imponer una ley, pero todavía tiene las herramientas para hacer cualquier cosa: desde expropiar el diario Clarín hasta obligar a los bancos privados a prestar plata al Estado”, me aseguró este fin de semana el ejecutivo de una de las empresas más importantes de la Argentina. Él no concurrió al almuerzo convocado por la Presidenta el miércoles pasado, pero explicó por qué sus colegas “soportaron” la invitación y aceptaron la exigencia oficial de no hablar del rebrote de la inflación. “Excepto los dos o tres incondicionales, todos fueron a comer para evitar que 'El Loco' los ataque a ellos o a sus empresas”, explicó el lobbista, quien conoce muy bien al ex presidente y a casi todos sus ministros.

Precisamente uno de los ministros más importantes y conciliadores, Julio De Vido, mantiene contactos reservados con hombres de negocios y sindicalistas que deciden para evitar que la presión de los reclamos salariales alimente todavía más las expectativas de inflación. Hasta el sindicalista más poderoso, Hugo Moyano, considera que para "mantener la paz social" tanto Néstor como Cristina Fernández deberían dejar de correr a los representantes de los trabajadores "por izquierda". Al camionero no le causó ninguna gracia que la presidenta le pusiera un piso del 20 por ciento a la paritaria docente. Tampoco que Kirchner, en el acto partidario de La Plata, incitara a la lucha para reclamar aumentos a los empresarios. Moyano piensa, con razón, que ambos movimientos lo obligan a redoblar su propia apuesta. El ministro de Planificación, hábil negociador, reemplaza al de Economía, Amado Boudou, a quien el ex presidente ya le bajó el pulgar, y al de Trabajo, Carlos Tomada, a quien los grandes empresarios consideran un gremialista más. En realidad, los empresarios y sindicalistas dialogan y confían en llegar a buen puerto. Su único temor es el de siempre: que "El Loco" desautorice las negociaciones.

El mismo miedo comparten los senadores Miguel Pichetto y José Pampuro y los diputados Eduardo Fellner y Agustín Rossi. Los cuatro trabajan en un nuevo proyecto de ley para hacer uso del Fondo del Bicentenario previa derogación del Decreto de Necesidad de Urgencia (DNU) que contaminó todo el trámite. Un nuevo proyecto que tiene como base el que redactó el senador por La Pampa, Carlos Verna, y que transferiría el 30 por ciento de los 6.500 millones de dólares a las provincias, en concepto de coparticipación. Tanto ellos como la Presidenta suponen que sería la llave para salir del laberinto y que ayudaría además a mejorar el clima político del Congreso. Un Congreso que podría dejar de sesionar si el oficialismo decide no dar quórum para hacerlo. "La nueva ley podría ser aprobada si es que no viene Néstor y manda todo para atrás’", evaluó un legislador kirchnerista que no es ninguno de los cuatro anteriores.

El escenario político es tan inestable que la mayoría de los que tienen pretensiones dividen su tiempo entre la estrategia legislativa y sus planes para cuando, eventualmente, les toque gobernar. Carlos Reutemann, la semana pasada, en privado, volvió a ratificar ante personas muy influyentes que sería candidato a presidente si logra que la campaña sea corta e incruenta. Francisco De Narváez avisó que ya tiene su gabinete en las sombras y que analiza el momento para dar la batalla judicial que le permita acceder a la presidencia a pesar de haber nacido en Colombia. El diputado mandato cumplido Raúl Baglini, principal asesor del vicepresidente Julio Cobos, organiza encuentros en casas particulares con lobbistas y expertos en Política Económica, Energía, Educación y Seguridad. Mauricio Macri reúne a su tropa para informar que no hay marcha atrás en su decisión de postularse a la presidencia y su asesor estrella, Jaime Durán Barba, habla con propios y aliados para explicar por qué las chances del jefe de Gobierno de la Ciudad siguen intactas.

El gobernador Scioli apuesta a que Kirchner lo bendiga como su delfín, aunque sus hombres de confianza repiten que "Daniel no es Kirchner". Gabriela Michetti también está lanzada. "Me estoy preparando para gobernar", avisó hacia adentro y hacia afuera del PRO. En los próximos días anunciará la creación de una fundación cuyo principal objetivo es agrupar a los cuadros técnicos capaces de administrar la Ciudad de Buenos Aires, la Provincia de Buenos Aires y estudiar los principales problemas del país, mientras escucha en silencio las ofertas de Macri, De Narváez y la gente de Cobos. El ex presidente Eduardo Duhalde ya está en campaña, porque intuye que los tiempos políticos se pueden acelerar más allá del calendario oficial. El senador Ernesto Sanz y el diputado Ricardo Alfonsín saben que muchos de sus correligionarios están meneando sus apellidos como una alternativa a la candidatura de Cobos. Elisa Carrió y Felipe Solá sostienen que hay que manejar el pulso del país desde el Parlamento, porque el ex mandatario es capaz de modificar "el campo de juego" y ponerlos "a todos contra la pared".

Este no es un año electoral, pero los dirigentes temen que la manera de hacer política de Kirchner deje al país patas para arriba y a sus aspiraciones postergadas en el medio de la incertidumbre. Todos, de alguna manera, le tienen miedo a "el loco".

Publicado en El Cronista