Al atacar a un periodista, a un agente inmobiliario o a un abuelo que compró dólares para regalarle a su nieto, la Presidenta habla desde una presunta superioridad moral que, por cierto, no parece tener. Para empezar, las sospechas sobre el desmesurado enriquecimiento del ex presidente fallecido, Néstor Kirchner, y de Ella misma, seguirán latentes hasta que alguien, desde la justicia federal, se digne a reabrir o a volver a investigar, porqué la fortuna de ambos pasó de 18 millones a 47 millones de pesos entre 2007 y 2008. Es decir: cómo hicieron para aumentar su patrimonio un 158 por ciento en apenas un año. Como se recordará, la investigación fue cerrada en tiempo récord y de manera escandalosa por el juez federal Norberto Oyarbide, a pesar de las decenas de inconsistencias que detectó un perito de la Fiscalía de Investigaciones Administrativas. Entre las más evidentes, se encuentran: la carencia de documentación respaldatoria de operaciones financieras, depósitos a plazo fijo, resúmenes de cuentas corrientes y gastos de tarjeta de crédito; los intereses exorbitantes y fuera de mercado que habrían logrado tanto en los plazos fijos en dólares como en pesos; la aparición sorpresiva de deudas millonarias que no fueron debidamente informadas ni registradas; el cobro de un alquiler multimillonario para un hotel de muy pocas habitaciones y que permanece inactivo una buena parte del año por parte de un empresario que tiene millonarios contratos con el Estado; la compra a precio vil de terrenos fiscales en El Calafate sin cumplir los procedimientos que indican la ley de ética pública. Y antes de hablar en cadena o a través de la propaganda oficial, de lo mal que administrarían sus gobiernos Mauricio Macri y Daniel Scioli debería detenerse a analizar lo que está haciendo su administración con el presupuesto nacional y con el resto del dinero que maneja de modo discrecional y solo con el objetivo de conservar el poder. Para no aburrir a los lectores, recordaré, una vez más, que los fondos destinados a propaganda están sobrejecutados, los que pertenecen a salud, educación y vivienda están subejecutados, y los de la coparticipación federal los distribuye más rápido o con más lentitud de acuerdo al nivel de apoyo o de crítica de cada gobernador, como si el dinero fuera de Ella y no del Estado Nacional.

La estrategia es clara y perversa: Scioli, Macri y el gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, seguirán siendo castigados por el nuevo ajuste mientras no renuncien a su derecho a ser candidatos a presidente en el año 2015. Así, llegarán a las elecciones legislativas del año que viene con una imagen devaluada y una intención de voto mínima. Ella, sin embargo, comenzará a recuperar la imagen que viene perdiendo con cada conflicto a través de decisiones como el aumento de la asignación por hijo, la suba del mínimo no imponible y el aumento del consumo masivo a través de la emisión monetaria, aunque el dólar blue se mantenga entre los 6 y los 7 pesos y la inflación siga creciendo a un ritmo de más del 25 por ciento anual. Por otra parte, la embestida contra Macri es de manual: quiere tirarle el subte por la cabeza, pero también desfinanciar el Banco Ciudad, quintuplicarle el gasto en seguridad y arrojarle, en los próximos días, las 33 líneas de colectivos que todavía reciben millonarios y poco transparentes subsidios del gobierno nacional, que se entregan a través de una declaración jurada que nadie controla. La misma Presidenta cree que su jugada no tiene contraindicaciones. Piensa que jamás Ella ganará en la Ciudad y que mientras tanto el conflicto impactará mucho y para peor, en el jefe de Gobierno, y justo en el distrito donde se supone que le debería ir mejor. Pero Macri, después de la andanada de esta semana, empieza a analizar el plan B. “Basta de paz y amor. O nos paramos enfrente y le empezamos a contar las costillas a ellos o Mauricio termina preso y fuera de la cancha” sugirió uno de los ministros que se opone a la estrategia de eludir todo conflicto y el jefe de Gobierno asintió. La idea es quitar la pelea de la Ciudad y ponerla en los asuntos nacionales. Empezar a pegarle donde a Cristina Fernández de Kirchner más le duele. Designar, por ejemplo, a un equipo de figuras que funcionen como una especie de gabinete nacional alternativo. Y denunciar y proponer para cada área “las mejores soluciones”.

Por lo pronto, Macri ya se está haciendo a la idea de que tarde o temprano el subte lo deberá manejar la Ciudad. Y ya tendría un equipo de técnicos preparados para hacerse cargo y mostrar los primeros resultados positivos antes de los comicios de octubre del año que viene. El, igual que Scioli, están haciendo un curso acelerado de supervivencia en condiciones extremas. El gobernador de la provincia de Buenos Aires ya rindió, con notas sobresalientes, las asignaturas Tolerancia y Resignación. Sin embargo, después del último ataque de la Presidenta, se terminó de convencer que lo mejor que puede hacer es juntar mucho dinero e instrumentos de financiamiento para resistir hasta las próximas legislativas. Esa es la fecha clave. La que determinará si Cristina Fernández forzará la reforma constitucional para obtener la reelección y designará a un heredero para “garantizar la continuidad del proyecto”. ¿Qué pasaría si las elecciones fueran hoy? “Iríamos con una lista por afuera del Frente para la Victoria y tendríamos muchas posibilidades de ganarle a cualquier candidato de ellos, incluida Alicia Kirchner”, me dijo un sciolista que nunca habla por hablar. Los ejercicios de simulación y los aprestos para la “gran batalla” empezaron hace rato, a pesar de que falta un año y tres meses para que sucedan. El ataque de la jefa de Estado a la prensa crítica sirve para distraer la atención sobre los verdaderos problemas de los argentinos, como la inflación y la inseguridad, palabras que no son nombradas a través de la cadena nacional.

 

Publicado en El Cronista