(Texto de la columna editorial de Luis Majul del 21 de febrero de 2022) Cuando todavía el incendio en la provincia de Corrientes no termina de apagarse, es bueno reflexionar sobre cómo se lo está combatiendo. Y la conclusión se cae de madura: se necesitan más Santi Maratea y más Alfredo Casero y menos Juan Cabandié.
Santi Maratea es un influencer de 29 años que se dedica, entre otras cosas, a recaudar dinero para causas solidarias. Lo hace rápido y de manera eficiente. Le sobra lo principal, lo mismo que le falta al gobierno: confianza, empatía, credibilidad. Con ese activo, ya recaudó más de 110 millones de pesos para ayudar a Corrientes.
Cabandié representa todo lo contrario. Se empezó a ocupar del desastre tarde y mal. En el medio de la catástrofe, llamó al gobernador Gustavo Valdés, no para coordinar tareas, sino para pedirle que silenciara al ex presidente Mauricio Macri.
“Llamalo a Macri para que deje de tuitear en mi contra”, le habría dicho.
A la queja de Cabandié contra Macri no la inventamos nosotros. La reconoció Valdés en las últimas horas.
“No sé cómo se filtró eso. Pero (cabandié) estaba preocupado por su posicionamiento político”, explicó Valdés.
En un país más o menos serio, Cabandié ya no sería ministro de Ambiente.
Hijo de padres desaparecidos, chapeó con ese blindaje moral cuando una agente, policía de tránsito, le quiso secuestrar el vehículo, porque le faltaba la constancia del seguro.
Cabandié llegó al ministerio de ambiente, no por sus conocimientos científicos, sino como producto de un trueque político entre los componentes del Frente de Todos.
¿Cuál fue su mérito?
Poner la casa para el asado con que empezaron a recomponer su relación Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Máximo Kirchner.
Cuando el incendio en Corrientes parecía devorarse todo, Cabandié estaba en Barbados, hablando del cambio climático en el mundo.
El resto del gobierno nacional no reaccionó mejor.
Alberto se dedicó a atajar penales y tocar el piano.
Y Cristina, una experta en fugas cuando las papas queman, como en Cromañón, la tragedia de Once o el covid, no dijo una palabra, ni posteó el más mínimo mensaje.
A la fórmula contra natura de Alberto presidente y Cristina vice todavía le quedan dos años de gestión.
Por eso es imprescindible, para nosotros, mostrar su nivel de improvisación y especulación, antes de que terminen incendiando el país.
Así como Cabandié no hizo en tiempo y forma lo que tenía que hacer, los que iban a volver para ser mejores perdieron la oportunidad de acordar con el fondo al principio de la gestión. No solo nos hubiera permitido ahorrar cerca de 8 mil millones de dólares en intereses. También habría servido para tranquilizar la economía general, y hoy el dólar blue no costaría 200 pesos, sino, como máximo, 150.
El mismo razonamiento vale para el bloqueo del contrato con Pfizer. Si lo hubieran aprobado en tiempo y forma, podrían haber evitado la muerte por covid de cerca de 20 mil argentinos.
Cada tanto, nos preguntan:
¿Qué tiene Cristina en la cabeza? ¿Qué tienen Máximo y los chicos grandes de la Cámpora en la cabeza?
No lo sé.
Parecen desconectados.
Lejos de las cosas que importan.
Todo lo contrario de lo que le pasa a gente como Santi Maratea o Alfredo Casero, otro que se puso la campaña solidaria al hombro.
El servicio nacional de manejo del fuego, que depende del ministerio de Ambiente, tiene un presupuesto de casi 7.000 millones de pesos.
Se ejecutaron, hasta el momento, 839 millones de pesos. Es decir: apenas el 12 por ciento.
Entre Santi Maratea y Casero ya recaudaron113 millones de pesos, en menos de 24 horas.
En cambio, quienes nos gobiernan, todavía siguen dando vueltas con el acuerdo que se está a punto de firmar con el fondo.
Alberto se levanta todos los días esperando que Cristina no publique una nueva carta bomba.
Al mismo tiempo, el nuevo presidente del bloque de diputados del Frente de Todos, Germán Martínez, corretea en los pasillos del Congreso a Máximo, para rogarle que él y sus muchachos no se abstengan y voten el acuerdo tal como se enviará a diputados.
Volantean para acá y para allá.
Ahora parece que quieren cobrar de manera permanente, el nuevo impuesto extraordinario a los grandes patrimonios que iban a ser por única vez.
También quieren sumar un nuevo impuesto para los argentinos que tienen bienes y activos en el exterior.
Y, como si esto fuera poco, Alberto y Cristina no se ponen de acuerdo sobre el aumento de tarifas que le tienen que aplicar a las boletas del gas, del agua y de la luz.
No son un gobierno serio.
Son una murga que improvisa, sin rumbo ni coherencia alguna, con nosotros adentro, a la espera de que no provoquen un incendio todavía mayor.