(Texto de la columna presentada por Luis Majul en el programa +Voces por la señal La Nación Más) Desde hace un tiempo, en la Argentina, ser periodista de investigación y opinión, se transformó en un oficio peligroso. No nos vamos a victimizar. Sí vamos a hacer uso de una herramienta básica de la profesión: la memoria.
¿Para qué?
Para evitar que nos agarren distraídos y te hagan creer que somos todos lo mismo.
Hace un par de años ya, una “banda” que responde a Cristina y Máximo, a Cristóbal López, Hugo y Pablo Moyano, Carlos Beraldi y Daniel Llermanos, estuvieron a punto de convencer a un juez de Lomas de Zamora, que investigaba un presunto espionaje ilegal, para que nos metiera presos.
Aunque fuera por unas horas.
Nada teníamos que ver con eso. Ni de lejos. Ni de prepo. Querían la foto, para poder reproducirla y viralizarla, una y mil veces.
La reacción de colegas como Jorge Lanata, Marcelo Longobardi, Alfredo Leuco y Jorge Fernández Díaz, entre otros, sirvió para evitarlo. Para ellos, en este día tan especial, mi eterno agradecimiento.
Sabemos por qué Cristina bendijo la operación. Es que ella nunca terminó de procesar la publicación de las escuchas legales que la muestran sin maquillaje.
Las mismas escuchas legales que la mayoría de mis colegas siguen reproduciendo, cada vez que se da el contexto.
No fueron las únicas “apretadas” que recibimos...
En 2009, después de publicar El Dueño, y mientras trabajábamos en la investigación del libro El y Ella, editado en 2011, desplegaron otro ataque multipropósito.
Por un lado, nos mandaron a la AFIP, para difundir la falsa idea de que estábamos eludiendo impuestos.
Por el otro, nos atacaron, casi sin respiro, a través del programa de propaganda fascista 678, mientras alentaban a la militancia para que nos agrediera por la calle, o escupiera nuestra foto en la vía pública.
A los ataques callejeros los respondimos, con calma pero sin miedo, uno por uno. A la falsa denuncia de la AFIP la desbaratamos con pruebas.
También resultamos libres de culpa y de cargo ante el tsunami de denuncias del oscuro jefe del grupo de tareas sucias de Cristina y Máximo, Rodolfo Tailhade.
La mayoría fueron desestimadas, de tan delirantes que eran.
Pretendían debilitarnos.
Nos hicieron más fuertes.
También nos hicieron más fuertes los carteles truchos que pegaron los cobardes de los Moyano por algunas zonas de la ciudad, involucrando a nuestra familia.
Y nos hacen más fuertes, ahora, las oleadas de trolls que viralizan noticias falsas sobre lo que decimos y lo que pensamos, montados sobre los golpes en la mesa y los gritos de indignación, legítimos pero extemporáneos.
No nos sentimos especiales ni extraordinarios.
No somos ni seremos los únicos a quienes nos agreden por hacer nuestro trabajo. Hay decenas de casos como el nuestro. Lanata, Leuco, Nico Wiñazki, Nelson Castro, Daniel Santoro y Daniel Enz, solo por citar algunos.
Por eso, en el día del periodista, vamos a seguir haciendo lo que hay que hacer.
* Mostrar que hay detrás de la salida de Kulfas.
* Investigar sus denuncias de corrupción la licitación del gasoducto Néstor Kirchner, que salpican a la mismísima Cristina.
* Preguntarnos por qué, donde están la plata siempre aparecen Cristina, el kirchnerismo y los chicos grandes de La Cámpora.
* Averiguar si este escándalo va a terminar afectando la puesta en marcha del gasoducto, un proyecto de 1.500 millones de dólares que nos permitiría ahorrar entre 8 mil y 12 mil millones de dólares de gas, por año.
* Indagar sobre por qué siguen atacando al sector productivo, porqué aumentan la presión impositiva sobre el sector privado y al mismo tiempo contratan todos los días a miles y miles de militantes que el Estado no puede pagar más.
* Y vamos a seguir muy de cerca, sin abandonarlos para que no desaparezca, casos como el de los dos sindicalistas de Moyano en San Nicolás, Maximiliano Caballeyro y Nicolás Espínola, a quienes la justicia los mandó de la casa a la cárcel de nuevo, por haber extorsionado y coaccionado a Pedro Rey, un empresario del Transporte que lo único que pretende es trabajar en paz.
* Y vamos a mantener vivo el caso de Pablo Muse, el papá de Solange Muse, indignado, como todos nosotros, por las decisiones de la justicia sobre la festichola del Olivos Gate. Pablo acaba de ratificar la denuncia contra el juez Mirabelli, y no va a parar hasta conseguir algo de alivio, ya que no pudo despedirse de su hija, enferma de cáncer, en el medio de la pandemia.
* Y vamos a seguir hablándote de esta interna tóxica, salvaje, entre Alberto y Cristina, hasta que se terminen dando cuenta del daño que nos están haciendo a todos los argentinos.
* Y vamos a seguir advirtiéndole a la principal fuerza de la oposición para que dejen de pelearse por el poder que todavía no reconquistaron y las candidaturas que se tienen que dirimir.
Ese es nuestro trabajo. El de personas ordinarias en un país malogrado, por el que hay que dar una batalla cultural todos los días de la semana, de 0 a 24, sin distracciones ni respiro.