(Texto de la columna editorial de ayer de Luis Majul en LN+) El desgobierno se produce por una de dos razones. Una: cuando no se sabe quién conduce. Dos: cuando el que gobierna no sabe dónde quiere ir. Por eso, el actual desgobierno de la Argentina es doble. Un desgobierno al cuadrado.
Porque al mismo tiempo que no termina de estar claro quién conduce, tampoco se sabe a ciencia cierta cuál es el horizonte.
A este desgobierno también le cabe el término desbarajuste, caos y vacío de poder.
Cerrá los ojos y olvídate, por un momento:
Que agarraron la manija con el dólar a 67 pesos y hoy cerró a más de 283 pesos.
Que los bonos argentinos valen menos que los de Ucrania y los de Sri Lanka.
Que el riesgo país hoy alcanzó los 2.773 puntos básicos.
Que los jubilados de la mínima cobran 130 dólares.
Que Cristina embolsa por mes 109 veces más. Es decir: 4 millones 100 mil pesos, y que todavía pretende que se le reconozca un retroactivo de más de 200 millones de pesos.
Que sigue faltando café, papel, neumáticos, insumos para la construcción y comida para perros.
Que no vas más a comer afuera, que tuviste que cambiar a tu hijo de colegio, que te borraste del gimnasio y dejaste de pagar la obra social o cambiaste el plan de tú prepaga.
Que cada día hay más pobres, pero también más chorros y más violencia en las calles.
Olvídate también de cómo te rompieron la cabeza y el alma con la cuarentena eterna, el cierre de las escuelas, los vacunados VIP y el Olivos Gate.
Olvídate de que no fueron capaces ni de organizar el velorio de Diego Maradona.
Ahora, pregúntate junto a nosotros: ¿Quién conduce a la Argentina, de verdad?
En un trabajo inédito que Sinopsys va a presentar mañana a sus clientes, el equipo de Lucas Romero, obtuvo una respuesta inquietante.
La pregunta estuvo inspirada en otra que le formuló Mariel Dilenarda a Gabriela Cerrutti, la portavoz que quiere regular el contenido de los medios, porque dice que los periodistas somos los profetas del desánimo:
Sinopsys preguntó, precisamente:
¿En qué medida cree usted que el presidente está en control de la situación del país?
Las respuestas revelan la enorme crisis de autoridad de Alberto Fernández.
Porque el 69.2 por ciento contestó que está “sin control” de la situación.
Y el 8.7 por ciento, que tiene “poco” control.
Es decir: casi el 78 por ciento percibió que el Presidente no ejerce el poder.
Ahora cerrá los ojos de nuevo, olvídate de todo lo que compartimos hasta acá y recorramos juntos, a toda velocidad, las últimas horas de este verdadero despelote.
El ministro de Economía Guzmán le renuncia a Alberto el sábado 2 de julio, en la cara, al mismo tiempo que Cristina, desde Ensenada, le aplica un carpetazo al presidente, diciéndole a los argentinos que ella puede abrir su teléfono y mostrar con quien habla, y otros no.
El domingo 3 de julio el presidente, por primera vez, amenaza con presentar la renuncia, mientras que Sergio Massa pugna por transformarse en un superjefe de gabinete y Cristina termina resignando su poder de veto para aceptar, como reemplazante de Guzmán, a Silvina Batakis, una militante sin pergaminos técnicos ni peso político.
Batakis, como Alberto, intenta seducir a Cristina, con un discurso pseudo progresista que la hace decir cosas delirantes, como que el derecho de viajar colisiona con la generación de puestos de trabajo.
En vez de concurrir a su designación, Cristina permanece en silencio, enrarece más el clima y los mercados se hacen pomada, generando otra enorme devaluación del peso, que impacta, para mal, en tu vida y en la mía.
El lunes pasado, Batakis da una conferencia de prensa rodeada de cinco ministros considerados leales al presidente, y recita el credo del equilibrio fiscal, el cumplimiento del acuerdo con el fondo, al mismo tiempo que anuncia un impuestazo inmobiliario e insiste con la segmentación de tarifas, pero sin dar detalles y alimentando más ambigüedad.
Casi de inmediato, los perritos falderos de Cristina, los representantes de las franquicias del kirchnerismo, le empiezan a dar a Batakis y también al presidente. Lo hacen con una saña y un nivel de agresión que supera, por mucho, a los opositores más picantes.
Mientras, tanto Cristina como Alberto viven en el medio de una nube de gases tóxicos.
Ella, dejándose envolver, por la consigna/pesadilla de Cristina presidenta en medio de una inflación anual que viaja hacia los tres dígitos.
Pocos días, hoy mismo, aparece Aníbal Fernández, el mismo que sigue sosteniendo que los iraníes eran instructores de vuelo, el mismo que ensució de porquería a Alberto Nisman después de asesinado, para decir que Alberto se merece ir por la reelección, porque hizo magia.
Porque otro de los síntomas de un desgobierno hecho y derecho es que quienes gobiernan se crean sus propias mentiras.
Por Luis Majul