Imagínense a Cristina Fernández de Kirchner gobernando, por lo menos, hasta diciembre del año 2019. Y con la posibilidad latente de continuar por períodos consecutivos de cuatro años, hasta el mismo momento de su muerte. Imaginen a decenas de dirigentes de la oposición, sindicalistas críticos, jueces no obedientes y periodistas profesionales silenciados o presos, acusados de delitos que no cometieron por fiscales y magistrados obedientes. Imaginen una Nación donde cada uno de los altos funcionarios imputados por actos de corrupción como el vicepresidente Amado Boudou o el exsecretario de Transporte Ricardo Jaime se les ríen en la cara a toda la sociedad. Piensen en un país donde ni un solo medio de comunicación, escrito radial o televisivo tenga espacio para contar lo que sucede de verdad. Esto es lo que está en juego con la gravísima reforma judicial que se quiere imponer. Esta es la movida que no se podrá detener si la Presidenta y el Frente para la Victoria obtienen, en las próximas elecciones, entre el 40 y el 45 por ciento de los votos.
La cuenta regresiva ya comenzó. La gran final de este campeonato cuyas consecuencias perdurarán durante décadas se empezará a jugar en los próximos treinta días, cuando se acuerden las listas para las Primarias Abiertas y Simultáneas (PASO) -si es que se celebran-, las nóminas para consejeros si se aprueba la reforma judicial y los postulantes a diputados nacionales y senadores para las elecciones de octubre en los principales distritos del país.
Parece que los más lúcidos y asustados dirigentes de la oposición comenzaron a darse cuenta, en serio, de lo que está en juego, después del desastre de las inundaciones. Y la provincia de Buenos Aires, como siempre, es la madre de todas las batallas. Allí, ahora mismo, Francisco de Narváez le ganaría a cualquier candidato del Frente para la Victoria, sean la ministra Alicia Kirchner, el ministro Florencio Randazzo e incluso el secretario de seguridad, Sergio Berni. Por eso, desde las propias usinas electorales del gobierno, hubo quien sugirió la idea de transformar a la Presidenta en una aspirante a consejera de la magistratura o una candidata testimonial a diputada nacional. Parece que Ella misma desalentó las especulaciones. Enseguida, dos personas de su entorno volvieron a pedirle permiso para proponerle a Sergio Massa que pacte con el gobierno nacional y se transforme en candidato del Frente para la Victoria. El intendente de Tigre es el único que está en condiciones de ganarle a De Narváez. Massa, por su parte, confesó a sus amigos que jamás sería funcional a Cristina, porque Ella y también Néstor Kirchner le demostraron que nunca lo considerarán parte del proyecto. Y también porque hace tiempo que él no se siente cómodo en ese espacio político. Si todavía no lanzó su proyecto para presentarse “por afuera” es porque la gente que más lo escucha lo convenció sobre las consecuencias de su victoria. “Ganar yo sé que gano, pero al día siguiente los voy a tener a Cristina, a Daniel y a todos los intendentes que le responden jugando en contra mío, sin un poder igual o más o menos equiparable como para aguantar los dos años que quedan”, confesó ante un grupo de amigos, a principios de marzo. ¿Está diciendo la verdad y se bajó o está ganando tiempo para que el gobierno no inicie una campaña de desprestigio de su figura antes de los comicios? Eso es lo que no saben todavía ni la Presidenta ni Scioli ni Mauricio Macri ni el propio De Narváez.
A propósito: un eventual acuerdo entre los dos últimos en la provincia de Buenos Aires tendría un impacto similar a la postulación de Massa, me explicaron dos encuestadores que trabajan tanto para el Gobierno como para algunos partidos de la oposición. Uno de ellos suele hablar, cada tanto, con los dos. El me dijo: “Si Mauricio se pone de acuerdo con el Colorado y termina de colocar, en un mismo espacio, a Roberto Lavagna, Gabriela Michetti y Miguel del Sel y da batalla en Córdoba con la “Coneja” Baldassi y en Entre Ríos con Alfredo de Ángeli, ese polo de poder es capaz de derrotar al Frente para la Victoria igual que lo hizo en junio de 2009”. Pero el jefe de gobierno de la Ciudad no quiere mostrar sus cartas todavía. No tiene candidato en la provincia porque Michetti le dijo que no y porque las figuras a las que él impulsa, como Guillermo Montenegro, Carlos Melconian o Gustavo Posse aún no lograron perforar la intención de voto del 5 por ciento. Además, Macri no termina de asimilar el supuesto entendimiento entre Scioli y De Narváez y se pregunta: “Si apoyo a Francisco, ¿no termino fortaleciendo la candidatura a presidente de Daniel, en contra de mis propias aspiraciones?”. Dentro de su círculo de asesores políticos hay quienes piensan lo mismo que él. Sin embargo, en los últimos días está creciendo la influencia de quienes creen que, para llegar a 2015, lo más importante es que Cristina Fernández no gane en octubre de 2013, porque entonces sí ya no habrá manera de detenerla. Entre los que sostienen esa idea está su primo, el intendente de Vicente López Jorge Macri. El está convencido que Massa no será candidato a nada y que un contrato de conveniencia mutua con De Narváez terminará por beneficiar a Mauricio, si es que ambos, el día del eventual triunfo, aparecen en el bunker con los brazos en alto igual que hace casi cuatro años.
A Jorge Macri todavía le cuesta entender, igual que a una buena parte de la sociedad, por qué, si su primo y De Narváez piensan igual en casi todas las cosas, no se ponen de acuerdo en lo más indispensable. Es decir: cómo ganar, a través de los votos, a la organización que los humilla y los desprecia y los acusaría y los metería presos, si tuviera el mínimo espacio para hacerlo.
Publicado en El Cronista