(Texto y video de la columna presentada por Luis Majul el 20 de septiembre de 2022 en La Nación Más) Que no se lo tome como un pronóstico o una provocación, sino como una deducción lógica: con esta defensa, Cristina Kirchner podría terminar siendo condenada.
Y permítame poner en duda, después de analizar, durante dos días seguidos, el alegato de sus abogados, el mito de que Carlos Beraldi es un gran profesional.
Puede ser el más caro-según Manzanares, el excontador de la familia Kirchner, cobró 7 millones de dólares por la defensa colectiva de Cristina, Cristóbal López y Fabián De Souza, entre otros acusados- pero, si se lo valorara por como la viene defendiendo, le estarían pagando una fortuna.
O, como se dice en la jerga tribunalicia: le estaría comiendo la billetera a su pagador.
Empecemos por el principio:
A su clienta se la acusa de ser la jefa de una asociación ilícita que, junto a Lázaro Báez, le robó el Estado mas de 3 mil millones de dólares para cobrar por 51 obras de las cuales solo terminó 27, además de cobrarlas antes y con sobreprecio.
Tres mil millones de dólares abonó el Estado a Báez por el 85 por ciento del total de la obra pública de Santa Cruz, desde 2003 hasta 2015. Después, ante la victoria de Macri, Lázaro maquinó, junto al ex secretario de Obras Públicas, José López, el operativo Limpiemos Todo, e hicieron desaparecer a Austral Construcciones, para no dejar ninguna huella marcada.
El Operativo Limpiemos Todo es una de las evidencias que más complica a Cristina, porque la coloca en el lugar de la jefa de una maniobra delictiva. Una maniobra que fue descripta por Diego Luciani con precisión quirúrgica, para que a nadie le queden dudas de la existencia de la organización criminal.
El argumento de Beraldi, sosteniendo que no se pueda basar una acusación separando 5 o 6 mensajes sobre una base de 26.000, además de pobre, el falaz.
Porque resulta que fueron justo esos 5 o 6 mensajes los que probaron que Cristina estaba al tanto de todo. Los que confirman lo que en su momento José López declaró, en sede judicial, sobre la responsabilidad de la entonces presidenta.
Lo mismo se puede decir ante las afirmaciones de Beraldi, cuando sostiene que las relaciones comerciales entre Cristina y Lázaro son legítimas.
Báez era un cajero de banco sin demasiado futuro. Un monotributista con una casa humilde y un auto de varios años, hasta que, al mismo tiempo en que Kirchner asumía como presidente, en mayo de 2003, fundó Austral, la constructora con la que montó, según Luciani, la mayor maniobra de corrupción conocida hasta el momento.
A partir de ese momento:
Ganó, muchas veces, de manera ilegal, licitaciones truchas donde otras empresas competían de mentirita. Para disimular.
Cooptó otras constructoras, como Gotti y Kank y Costilla, mientras el kirchnerismo las hostigaba financiera y legalmente, para hacer crecer a su socio comercial.
Y llegó a transformarse, como bien recordó Luciani, en el mayor terrateniente de La Patagonia, con 415.000 hectáreas, solamente en la provincia de Santa Cruz, el equivalente a 20 ciudades de Buenos Aires.
Pero Lázaro no es un comerciante cualquiera.
En la causa denominada la Ruta del Dinero K, donde Cristina está imputada, fue condenado por el lavado de casi 60 millones de dólares. Y junio de 2019, Jorge Lanata puso en el aire un audio del propio Báez, diciendo que toda la plata que tenía, o sigue teniendo, no era la de él, sino la de alguien que está arriba, en obvia alusión a Néstor Kirchner.
Pero esto no es ficción, sino una acusación con pruebas y documentos.
Documentos que fueron presentados por Luciani en y que fueron tomados de la investigación previa de los fiscales de la instrucción, Gerardo Pollicita e Ignacio Mahiques.
Pollicita, Mahiques y también Luciani, consideraron a estos pagos no solo una desproporción, sino también la prueba evidente de que no se trabaja de una transacción comercial legítima, como sostiene Beraldi, sino de un retorno.
De una devolución de favores.
De una coima.
Pero así Cristina como va pasando, sin solución de continuidad, de Maléfica a Santa, de acuerdo a sus necesidades, su cuerpo de abogados tiene un policía bueno, y supuestamente prestigioso, como Beraldi, que convive con otro malo, al que le encanta pelear en el barro, siempre al borde del delito, quien acaba de amenazar a Luciani y Mola, con una ligereza que mete miedo.
El mismo Dalbón que, con la venia de Santa Cristina, anunció que denunciara a nuestro compañero Nik solo por hacer un chiste.
En el dibujo, se puede como un policía le cuenta a un periodista que hay “dos lunáticos con un plan imposible, ridículo, inverosímil…un hombre y una mujer que pusieron en peligro a toda la Argentina”. El colega, entonces le pregunta: “¿la banda de los copitos”? El policía lo niega, y se puede ver en el fondo a Cristina, con la banda presidencial, y una correa que sostiene a Alberto Fernández, en posición de perrito.
El chiste te puede gustar más o menos. Pero la decisión de denunciarlo ante la justicia es un acto de censura explícita, propio de los autoritarios. O del clima de fascismo que el presidente dijo que impera en la Argentina de estos tiempos.
Y, de nuevo, funciona, como una cortina de humo, para tapar el escándalo de la inflación, y el desastre que están haciendo con nuestro querido país.
Deberían ser sometidos, de a uno, a una probation que consista en hacerle ver como nuestros jubilados tienen que andar vendiendo encendedores por la calle, a los 74 años, para ver si llegan a fin de mes. Para pagarse la comida y los remedios.
Por Luis Majul