El Gobierno está en una encrucijada. Y ninguna de las salidas le garantizará un relativo éxito. Cristina Fernández necesita detener, como sea, la sangría de votos que le están provocando las denuncias de corrupción. Las encuestas no mienten. Su imagen positiva cayó más de diez puntos en poco más de un mes. Muchos de quienes la votaron en octubre de 2011 ahora están enojados con Ella, porque no sale a decir una palabra sobre las acusaciones de lavado de dinero contra Lázaro Báez y el enriquecimiento de personas muy cercanas al ex presidente Néstor Kirchner.

 

La imagen del Nestornauta es incompatible con la de un hombre que hizo construir una bóveda en su casa de El Calafate y tenía otra enorme caja fuerte en su domicilio de Río Gallegos. Las declaraciones públicas y judiciales de Miriam Quiroga lo dañan de manera profunda y todos los días aparecen en los programas de radio y televisión críticos personas dispuestas a hablar para contar más detalles de escándalos parecidos. La onda expansiva no se detiene y otros empresarios amigos de Kirchner temen correr una suerte parecida a la de Báez. Cristóbal López está haciendo lo imposible para que los periodistas entiendan que él empezó a hacerse rico antes de conocer al ex presidente. Ahora mismo permanece en los Estados Unidos para terminar de instalar un casino en ese país. López, además, instruyó a uno de sus socios para que, una vez que se anuncie oficialmente la compra del 51% de Petrobras, se detalle la lista de bancos extranjeros que participaron en la operación. La abrupta caída de audiencia de Radio 10 y la amenaza de renuncia de Oscar González Oro es el menor de sus problemas. Por ahora "surfea" entre las llamadas telefónicas destempladas de la Presidenta y la necesidad de no aparecer pegado a las denuncias de corrupción.

 

Cristina y Cristóbal López tienen un razonamiento parecido. Se preguntan por qué se ensañan con los hombres de negocios K si en los últimos años la mayoría de las grandes empresas argentinas multiplicaron su facturación (en pesos) por diez. Para colmo, las desmentidas públicas que vienen haciendo los funcionarios y legisladores más cercanos a la Presidenta la complican todavía más. La diputada nacional Diana Conti, por ejemplo, salió a decir que ella pondría las manos en el fuego por Néstor, por Cristina y también por Máximo, aunque nadie le había preguntado por el hijo del matrimonio. Máximo todavía no fue investigado en profundidad, pero los servicios de inteligencia que suelen acercarle informes deberían anticiparle que en cualquier momento se conocerán más detalles de cómo mueve el dinero. El secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli habló de acciones "terroristas" y pareció menear así la polémica ley antiterrorista cuyos alcances son difusos y cuya aplicación depende de la discrecionalidad de cualquier juez.

 

En los últimos días, las versiones sobre la intervención a Clarín recrudecieron y ahora se conocen más detalles. La Presidenta le habría ordenado a la Comisión Nacional de Valores (CNV) que empiece a preparar el desembarco. Los técnicos que deben poner su firma se negaron a hacerlo, porque no encontraron los motivos ni los argumentos. Los profesionales habrían sido desplazados. En su lugar habrían incorporado a jóvenes inexpertos pero dóciles de La Cámpora. Los dueños del Grupo Clarín esperan la avanzada de un momento a otro. No tienen precisiones de cómo sería. Hay quienes imaginan una intervención por 180 días, el desplazamiento de unas veinte personas, incluidos los responsables de los contenidos editoriales del matutino, Canal 13, Todo Noticias y Radio Mitre, y la garantía al resto de los empleados de que cobrarán su salario y podrán trabajar "con normalidad". Dentro y fuera del grupo se registra cierta desorientación. Hay quienes sostienen que Cristina no podría ser tan torpe como para intervenir Clarín, porque eso constituiría un suicidio político. Pero otros creen que "ya está jugada" y que le importan poco las consecuencias políticas de semejante decisión. ¿Qué pasaría en la Argentina si dejara de salir este Clarín, el programa de Jorge Lanata, el Telenoche que conducen Santo Biasatti y María Laura Santillán o las entregas diarias de Marcelo Longobardi? ¿El Gobierno se encargaría de publicar un Clarín "trucho" y convencería a periodistas del grupo para que reemplacen a sus colegas "destituyentes"? ¿Alentarían un paro por debajo de la mesa para interrumpir la continuidad del matutino y los programas? ¿Cómo reaccionarían el resto de los medios y de los periodistas? ¿Qué harían los fiscales o los jueces? ¿Cómo justificaría, en este caso, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, su permanente esfuerzo por no quedar en el medio de esta "guerra de gigantes"? Ni siquiera los multimedios que no comulgan con el Grupo Clarín ignoran que si ahora van por su adversario más poderoso, mañana o pasado será mucho más fácil que vayan por ellos.

 

La eventual intervención del Grupo Clarín por parte del gobierno nacional no aparecía como un asunto "popular" hasta que Mauricio Macri anunció el martes que garantizaría la libertad de información y opinión a todos los periodistas y medios que ejerzan su oficio en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires. La inhabitual y audaz jugada de Macri puso a toda la clase política patas para arriba. Para empezar, al correr por izquierda a la Presidenta, puso en evidencia que el gobierno nacional y popular es más autoritario, prepotente y de derecha de lo que se presenta. Para seguir, le hizo un guiño a toda la oposición y emplazó a sus pares para que se pronuncien y digan de qué lado están. ¿Qué actitud tomarán el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, y el intendente de Tigre, Sergio Massa? El gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, y los diputados Francisco de Narváez, Elisa Carrió y Fernando Pino Solanas no tienen dudas. Están contra la prepotencia de Cristina Fernández porque de esto depende su futuro político. Y porque sus votantes les darían la espalda si quedaran a mitad de camino.

 

Igual que cuando Néstor y Cristina decidieron iniciar su pelea contra el campo, la dinámica de la confrontación es imparable y va a terminar arrastrando a todos los actores. Faltan tres meses para las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), un poco menos para que se conozca el fallo de la Corte sobre la ley de medios, y la consecuencia práctica de la decisión del jefe de gobierno de la ciudad apunta a ganar tiempo para evitar la intervención a Clarín. ¿Será Macri el nuevo Julio Cobos de este escenario enrarecido? ¿Amagará Cristina Fernández otra vez con su renuncia como hizo aquella madrugada de furia cuando perdió la votación por la 125? Habría una opción más fácil y más genuina. Que la Presidenta alentara una investigación implacable contra todos los funcionarios y empresarios acusados de actos de corrupción, como hace Dilma Rousseff, la presidenta de Brasil. Pero todo parece indicar que Ella ya eligió, y que su determinación ya no tiene retorno.

 

Publicado en La Nación