Es verdad que picó en punta en la provincia de Buenos Aires, con una intención de voto de cerca del 35%. También es cierto que le lleva, hasta ahora, más de 10 puntos de diferencia al casi desconocido candidato del Frente para la Victoria (FPV), Martín Insaurralde. Pero el dato más importante hoy no es ése, sino la apatía, la ignorancia y la confusión que reinan entre los votantes no sólo de la provincia, sino también de todo el país. Un par de muestras para fundamentar la afirmación. Va una. En la ciudad de Buenos Aires, una enorme cantidad de porteños afirma que va a votar a Gabriela Michetti para senadora y a Elisa Carrió para diputada nacional. Cuando se les pregunta cómo piensan hacerlo, casi la totalidad de los consultados no dice que va a cortar boleta. Sus respuestas demuestran que no saben cómo funciona el sistema.

 

Otro ejemplo. En La Matanza, donde el intendente cristinista Fernando Espinoza tiene mucho para mostrar -desde el crecimiento de la matrícula de la universidad hasta su enorme parque industrial-, Massa está ganando con cierta comodidad. Espinoza, uno de los herederos más leales de su antecesor Alberto Balestrini, tiene un sistema de timbreo que le sirve para barrer casi todo el distrito. Y puso a una dirigente de su confianza, Verónica Magario, en el tercer lugar de la lista de candidatos a diputados nacionales por el FPV. Cuando le trajeron las primeras respuestas, primero se agarró la cabeza, pero después sonrió con satisfacción. En los barrios carenciados, pero también en los de clase media y media baja, casi el 50% supone que el intendente de Tigre es el candidato de la Presidenta. "Vamos a tener que trabajar mucho para aclarar esa confusión. Pero en cuanto la aclaremos, los votos de Cristina se van a ir a Martín, y Sergio bajará la intención de voto que está recibiendo de chiripa", le dijo Espinoza a otro intendente del conurbano profundo, que está desesperado por que la Presidenta, Scioli e Insaurralde vayan a su distrito para que sus habitantes sepan quién es quién.

 

Espinoza va a jugar fuerte: quiere ser gobernador en 2015. Y Cristina también va a jugar fuerte, más allá de que mande a decir que no se hagan los rulos con el tema de la reforma y la reelección. La cantidad de dinero público que gastará el partido oficial para estas elecciones será récord. El engranaje funciona a la perfección. Unos pocos días antes de que la Presidenta visite cada distrito, "baja" la ministra Alicia Kirchner y también gente de Julio De Vido para ofrecer el oro y el moro. No hay más que leer las gacetillas que mandan los punteros de cada zona. El martes pasado, en San Martín, donde manda Gabriel Katopodis, uno de los intendentes más importantes de Massa, "bajó" el ministro de Salud de la provincia, Alejandro Collia, con un servicio "instantáneo" de pediatría, oftalmología, odontología y vacunación. También aterrizaron decenas de funcionarios de la Administración Nacional de Seguridad Social (Anses). Como si todo eso fuera poco, en el barrio Independencia instalaron camiones con "Lácteos y pastas para todos". Lo que cualquier hijo de vecino llamaría clientelismo los candidatos del FPV lo denominan "políticas públicas y profundización del modelo".

 

En 2007 y también en 2011 Cristina Fernández ganó las presidenciales con esa logística. La diferencia es que ahora está más aceitada y hasta el candidato a concejal más desconocido maneja una partida de dinero en efectivo, además de otras prebendas. En 2009, el mismo aparato resultó insuficiente para que Néstor Kirchner y sus testimoniales Scioli y Massa le ganaran a Francisco de Narváez, pero el mal humor y el descontento que había con el Gobierno después del conflicto con el campo fue lo que determinó la derrota. ¿Es el mismo mal humor que se registra ahora? No tanto, me dijo Sergio Berensztein, de Poliarquía. Lo que todas las encuestadoras serias registran es una creciente preocupación por la gestión económica. Los consultados suelen ofrecer dos respuestas consideradas "piantavotos". Una: "Ya no me alcanza el salario para comprar lo indispensable". Y dos: "Tengo miedo de quedarme sin trabajo". Muchos de los que repiten estos dos conceptos transformaron a Massa en una especie de "esperanza blanca". No lo consideran insustancial, como lo califica el "círculo rojo de formadores de opinión". Tampoco lo encuentran contradictorio, como lo muestra Jorge Lanata en su programa. No piensan en él como "más de lo mismo" o "más cristinismo" como sostiene De Narváez. Sólo lo colocaron en el mismo lugar donde pusieron, cuatro años atrás, al propio candidato a quien su imitador le hacía decir: "Votame/ votate/ Alica/ alicate".

 

Más allá de todo esto, el intendente de Tigre está haciendo la campaña correcta. No insulta a nadie. No hace demasiadas olas. No otorga entrevistas periodísticas que se podrían considerar riesgosas y presenta a la marca Tigre, antes que nada, como su principal activo. Con ese poquito le alcanza, incluso, para transformarse en el dirigente con mejor imagen en provincias tan lejanas a su lugar de residencia como la de Mendoza. A ese distrito no fue más que un par de veces, para la fiesta de la vendimia, y sin embargo parecen conocerlo casi todos sus habitantes. Tampoco la mayoría de los mendocinos conoce Tigre, pero sus asesores de marketing han conseguido que muchos asocien ese territorio como el mejor lugar para vivir. Con cámaras de seguridad, mucha agua y mucho verde.

 

Está claro: Massa no es un estadista. Y hasta ahora su gran orgullo fue haberse recibido de abogado, hace 48 horas. Sin embargo, su imagen de buen gestor combinada con las malas decisiones que viene tomando Cristina desde que ganó con el 54% de los votos lo coloca en un lugar inmejorable. Para colmo, hasta los pilares donde se asentaban las bases del modelo "nacional y popular" se están resquebrajando con prisa y sin pausa. ¿De qué manera sus seguidores irían a votar con alegría al FPV después de lo del general César Milani, el acuerdo con Chevron, la fuga de Ricardo Jaime y las denuncias contra quien fue socio de Kirchner, Lázaro Báez? A los cristinistas más leales no les gusta hablar de fin de ciclo. Por eso ya se están preparando para el caso de que Ella los autorice a impulsar una campaña sucia. Algo que sea capaz de sacar a Massa de la cancha electoral.

 

Publicado en La Nación