Martín Redrado ya fue. El problema ya dejó de ser él, pero se avecinan otros más serios. Por ejemplo, ¿de dónde va a sacar el gobierno el dinero para que le cierren los números si no podrá utilizar, por lo menos hasta marzo, el zarandeado Fondo del Bicentenario? ¿Cómo va a gobernar, a partir de ahora, si después de la decisión de la Cámara en lo Contencioso Administrativo ya no podrá usar los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) cada vez que quiera impulsar un proyecto, que podría no ser aprobado en el Parlamento? ¿Cómo van hacer, Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner para gestionar, a partir de ahora, por consenso, si desde que empezaron con sus carreras políticas lo hicieron de prepo, sin los límites de una oposición parlamentaria o una justicia capaz de establecer límites básicos para que no se lleven el mundo por delante? ¿Estamos en presencia del final de la era kirchnerista, tal como la conocimos hasta ahora, si entendemos por era una manera de ejercer y abusar del poder?
A semejante problema para administrar se le suma la creciente inflación real, que algunos especialistas ya vaticinan como superior al veinte por ciento anual. ¿Con qué nivel de gobernabilidad se puede administrar un país que que convivirá con una alta inflación y los consabidos problemas de inseguridad, entre otros importantes conflictos? Y luego: casi todas las encuestas, menos las que encarga el propio Kirchner, demuestran que una buena parte de la sociedad no solo le retiró la confianza a este gobierno; también se está empezando a enojar cada vez más con los líderes de la oposición, a quienes les pide que “hagan algo” frente a las decisiones de la Presidenta y el verdadero Dueño de la Argentina. ¿Y qué deberían hacer los líderes de la oposición? Poner límites, sugerir alternativas y dejarle al gobierno una puerta abierta para que pueda gobernar con racionalidad y sin proponer locuras.
Un ejemplo: Sería mejor aprobar el uso de las reservas del Banco Central para fines predeterminados, que soportar otros instrumentos delirantes a los que Kirchner podría recurrir en busca de más dinero fresco y más caja para repartir a sus incondicionales. Es verdad que el matrimonio presidencial es el principal responsable del presente desbarajuste, pero también es cierto que faltan casi dos años para terminar el mandato de Cristina y es indispensable llegar a diciembre de 2010 en condiciones de mínima estabilidad política.
Quienes ejercen el poder actual están perdiendo el consenso en forma demasiado rápida. Y todavía no se ve en el horizonte quiénes estarían capacitados para tomar la posta. Es más: en los últimos días la supuesta impoluta figura de Julio Cobos empezó a sufrir los embates no solo de los K sino también de Mauricio Macri y Elisa Carrió, quienes se preguntan, junto a una buena parte de los argentinos, cuánto tiempo más el vicepresidente puede gozar del doble estándar de ser parte del gobierno y uno de los principales referentes de la oposición. Cobos, la Unión Cívica Radical, el peronismo disidente con Francisco De Narváez a la cabeza, pero también Macri, Carrió, Felipe Solá, Carlos Reutemann y todos los que tienen aspiraciones en el futuro inmediato deberían empezar a pensar en cómo va a quedar la Argentina cuando Kirchner deje de gobernar.
Publicado en El Cronista