La Presidenta y el Gobierno tienen la mala costumbre de transformar hechos anecdóticos en grandes escándalos. El ex ministro de Economía Roberto Lavagna llama a este hábito "mala praxis". Es decir: negligencia en el desempeño profesional. El más reciente y estrambótico es el asunto del hangar de LAN, al que la Presidenta y el titular de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde, le quieren dar un tono épico, como si se estuviera discutiendo por el canal de Beagle. Los tuits de Cristina Fernández no sólo fueron desafortunados, también le sirvieron al gobierno de Chile para diferenciarse del estilo prepotente y autoritario de la administración argentina. La vocera de Sebastián Piñera, Cecilia Pérez Jara, explicó a los periodistas que, al contrario de Cristina, los jefes de Estado de ese país tienen la buena costumbre de comunicarse con la ciudadanía a través de los medios.

 

La Presidenta había sugerido que no estaba claro si Piñera había vendido o no sus acciones en LAN para evitar un conflicto de intereses. Sugería que la venta de acciones de su colega chileno parecía un acto de simulación. La ministra Pérez Jara respondió con inteligencia: "En Chile, cuando una autoridad es electa, informa sobre su patrimonio". En efecto, no se necesita vivir en Buenos Aires para recordar el enriquecimiento exponencial de la familia Kirchner y el esfuerzo que hizo y hace la Presidenta por ocultarlo. Las repercusiones por el sospechoso sobreseimiento en las causas que se abrieron para investigar la fortuna de la jefa del Estado y el ex presidente trascendieron las fronteras argentinas. Por otra parte, la última novedad en materia de transparencia es que habrá una barrera más alta para conseguir datos de las declaraciones juradas de los funcionarios, y eso fue gracias a una decisión del Poder Ejecutivo.

 

La secuencia de cómo la discusión por un "hangarcito" en Aeroparque está a punto de convertirse en un conflicto diplomático no tiene una lógica distinta a otras decisiones inexplicables que terminaron en desastres. El delirante tratado con Irán, que, por fortuna, no se terminó de concretar, parece responder a la misma matriz. Y la iniciativa de implementar un cepo cambiario inmediatamente después de las elecciones de octubre de 2011, en las que Cristina ganó "por paliza", obedece a la misma naturaleza atolondrada y de mala praxis. ¿Por qué lo hicieron? ¿Con qué argumento profundizaron la prohibición de comprar moneda extranjera? ¿Nadie le advirtió a la Presidenta que se iba a consolidar un mercado negro del dólar y una enorme brecha con el oficial? ¿Ningún funcionario le explicó que el aumento del precio del dólar estaba directamente ligado a la inflación? Y, en la misma línea, ¿cree de verdad Cristina Fernández que la carrera de los precios se neutraliza a golpes de teléfono de Guillermo Moreno?

 

Como piensa que Cristina Fernández va a seguir incurriendo en mala praxis, en especial en materia económica, Mauricio Macri terminó de decidir que irá solo, sin prestar atención a la interna "del pejotismo" ni el "panradicalismo", a competir por la presidencia en 2015. El elenco de economistas que lo acompaña ya se lo anticipó: es probable que, dentro de dos años, los que ahora parecen errores posibles de corregir se transformen en "problemones" estructurales. Y que, para esa época, el discurso de Sergio Massa o el de Daniel Scioli, que consiste en rescatar lo bueno y tratar de corregir lo malo, no sea tan efectivo para conseguir los votos necesarios para ganar una elección.

 

Macri todavía tiene que demostrar que su intención es verdadera, porque durante 2011 dejó pagando a quienes creyeron que competiría por el premio mayor. También tiene que explicar con detenimiento por qué ahora afirma que Massa también forma parte de lo viejo si tres de sus candidatos a diputados nacionales integran la lista del intendente de Tigre. "Si Pro iba con lista propia en la provincia de Buenos Aires dividía el voto opositor, Insaurralde le ganaba a Massa y ustedes me hubieran matado. Hubiesen dicho que tengo un acuerdo con Cristina", se justificó el jefe de gobierno de la ciudad, en conversaciones con varios periodistas.

 

Macri imagina una "interna pejotista salvaje" que dividirá en dos el peronismo y una competencia electoral con segunda vuelta en la que parte del "panradicalismo" se verá forzado a elegir entre un candidato del "viejo sistema" o él mismo, Macri. Sostiene también que, en ese contexto, tiene muchas posibilidades de suceder a Cristina. Y no es a lo único que le pone fichas. También apuesta, doble contra sencillo, que Gabriela Michetti le ganará por amplio margen a cualquiera de los dos candidatos a senadores que ocupen el segundo lugar, sea Daniel Filmus o Fernando "Pino" Solanas. Además, asegura que el rabino Sergio Bergman superará a Elisa Carrió también por mucho, porque el supuesto triunfo de UNEN en las PASO no es "un resultado real, sino el de una interna que fue más atractiva de lo que preveíamos". ¿Tiene el jefe de gobierno porteño alguna carta marcada? ¿Se está tirando a la pileta con tanta anticipación porque descuenta que la Presidenta lo prefiere como sucesor a él, en vez de a Scioli o a Massa?

 

El gobernador de la provincia de Buenos Aires es otro caso de libro. A pesar de todo, su imagen positiva sigue alta y ya avisó que no se va a bajar de la candidatura a presidente, aunque Massa gane en octubre por más diferencia que la última vez. Ahora mismo parece hiperactivo. Divide su tiempo entre la campaña y las reuniones cara a cara con intendentes y gobernadores para que no se vayan del Frente para la Victoria hacia los brazos de Massa, su principal competidor. El contenido de las conversaciones no es apto para todo público. Se mezclan asuntos políticos con definiciones sobre las características personales de los presuntos candidatos a presidente. Los hombres del gobernador ya empezaron a "meter fichas" sobre la inconveniencia de "arreglar con Massita". Un operador todoterreno de Scioli les advierte: "Cuando conozcan al verdadero Sergio y a la verdadera Malena, van a extrañar a Néstor y a Cristina". El intendente de Tigre lo sabe, porque muchos de los hombres y mujeres que terminan de hablar con Scioli se lo cuentan a él, unas horas o unos minutos después. El nivel de bronca y resentimiento entre ambos va en aumento y nada parece indicar que vaya a ceder. Lo único que los distrae de esa pelea a muerte son los tuits y los "errores no forzados" de Cristina. Daniel insulta en voz baja. Sergio festeja en privado.

 

Publicado en La Nación