En los últimos días, el ex presidente Néstor Kirchner se pronunció a favor del matrimonio entre homosexuales. Y Agustín Rossi, jefe de Bloque del Frente para la Victoria, admitió que apoyarían la medida en el recinto cuando se inicien en marzo las sesiones ordinarias.
Además, el domingo pasado el juez federal Norberto Oyarbide “salió del closet” y le confesó a una periodista de La Nación que hacía más de un año que era feliz con su pareja. Y que el haber asumido la realidad de su vida privada lo había hecho más libre y más sincero.
La decisión de Kirchner fue considerada oportunista e intencionada por la derecha ilustrada. Pensada para lograr el apoyo de los partidarios de la centroizquierda. Puede ser. De cualquier manera, se trata de un proyecto tan importante y tan favorable a los derechos civiles y las libertades individuales que debería ser apoyado por todos los que crean en la absoluta igualdad ante la ley, más allá de la elección y la condición sexual.
Que Kirchner se transforme en abanderado de la causa no lo hace mejor dirigente. Ni sepulta en el olvido la sospecha de que se enriqueció de manera ilícita, a pesar del súbito sobreseimiento del mismo Oyarbide.
A su vez, las sorpresivas declaraciones del magistrado no lo transforman en un juez valiente. Pero sií representan un fuerte avance en un ámbito donde la mayoría presenta discursos reaccionarios y conservadores, más allá de lo que hagan, después, en su vida cotidiana.
Oyarbide admitió, ante la recatada periodista de La Nación, que había blanqueado sus costumbres personales ante las personas que trabajan todos los días con él: desde los empleados de su juzgado hasta sus custodios, quienes lo suelen acompañar a casi todos lados.
El juez dio a entender que fueron sus inclinaciones privadas lo que motivó el juicio político del que zafó por un solo voto –el de un legislador menemista- el mismo día en que atacaron las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001. Pero eso no es verdad. Lo que disparó el juicio político fue el abuso de su condición de juez para proteger a un prostíbulo masculino en conexión con autoridades de la Policía Federal.
La postura de Kirchner y la revelación de Oyarbide ayudarán a muchos homosexuales que viven su elección como un calvario y todavía no asumen su condición frente a sus padres y a muchos de sus amigos.
Hasta no hace tanto, hubiese sido impensable que un diario como La Nación se hiciera eco de semejante noticia. También que un ex jefe de Estado apoyara abiertamente el matrimonio gay. Y ni que hablar de la aparición de un juez federal que a veces “desayuna con bronce” para hablar de su vida privada sin que nadie se lo preguntara.
Que Kirchner se transforme en abanderado de la causa no lo hace mejor dirigente. Ni sepulta en el olvido la sospecha de que se enriqueció de manera ilícita, a pesar del súbito sobreseimiento del mismo Oyarbide.
A su vez, las sorpresivas declaraciones del magistrado no lo transforman en un juez valiente. Pero sií representan un fuerte avance en un ámbito donde la mayoría presenta discursos reaccionarios y conservadores, más allá de lo que hagan, después, en su vida cotidiana.
Oyarbide admitió, ante la recatada periodista de La Nación, que había blanqueado sus costumbres personales ante las personas que trabajan todos los días con él: desde los empleados de su juzgado hasta sus custodios, quienes lo suelen acompañar a casi todos lados.
El juez dio a entender que fueron sus inclinaciones privadas lo que motivó el juicio político del que zafó por un solo voto –el de un legislador menemista- el mismo día en que atacaron las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001. Pero eso no es verdad. Lo que disparó el juicio político fue el abuso de su condición de juez para proteger a un prostíbulo masculino en conexión con autoridades de la Policía Federal.
La postura de Kirchner y la revelación de Oyarbide ayudarán a muchos homosexuales que viven su elección como un calvario y todavía no asumen su condición frente a sus padres y a muchos de sus amigos.
Hasta no hace tanto, hubiese sido impensable que un diario como La Nación se hiciera eco de semejante noticia. También que un ex jefe de Estado apoyara abiertamente el matrimonio gay. Y ni que hablar de la aparición de un juez federal que a veces “desayuna con bronce” para hablar de su vida privada sin que nadie se lo preguntara.
Mejor. Bienvenidos todos al mundo real.