(texto de la columna editorial presentada por Luis Majul el 27 de junio de 2023 en LN+) Ayer, Cristina, sin querer queriendo, le dijo a Massa, en la cara, tramposo, que es el verdadero significado de fullero. Lo hizo al revelar escenas secretas de cómo el ministro de Economía terminó siendo ungido candidato a presidente. No sabemos si la traicionó el inconsciente o lo hizo adrede. Sin embargo, el impacto que produjo semejante definición todavía perdura.
Pero, además, le bajó el precio a menos diez, al revelar que el verdadero candidato de su espacio no era Massa, sino Wado de Pedro. Y, como si esto fuera poco, tuvo que reconocer que Alberto Fernández, el okupa, el mequetrefe, al que varias veces ella calificó de pelotudo, le torció la mano, al jugar la carta de Daniel Scioli candidato casi hasta el cierre de las listas.
Cristina habló ayer sin filtro. De hecho, también lo sacudió de refilón al chiquito, Axel Kicillof, al poner sobre la mesa que son muy pocos los que juegan a favor de un proyecto, pensando en el conjunto y no solo en ellos mismos. Pero además, le volvió a poner los puntos a Sergio Massa, apoyándole dos veces la mano sobre sus brazos, y condicionándolo, igual que lo hizo antes con Alberto, en su negociación con el Fondo Monetario, que de hecho ya está bastante manoseada.
¿Podrá la jefa contener a parte de la tropa desbordada, gente obligada a tragarse el sapo una y otra vez, como bien lo especificó Luis D’Elía, en las últimas horas, recordando todas las veces que Cristina claudicó?
Tan desorientados estaban ayer los soldados de Cristina, tan confundidos con la sorpresiva decisión de la jefa de la secta, que hasta Víctor Hugo Morales, cansado de tragarse varios sapos, le dedicó una parrafada cargada de adjetivos calificativos, donde él siempre queda del lado de los buenos.
¿Cómo podría terminar semejante despelote, al que ayer Cristina llamó desorden natural de la política, mientras todos los indicadores de la economía como la inflación, el dólar paralelo y la pobreza siguen creciendo, para peor? El final es incierto, pero ya quedaron tantos heridos y tanta sed de venganza, que nadie podría vaticinar un final feliz. Ni para Unión por la Patria ni para el peor gobierno de la historia reciente de la Argentina.
Por Luis Majul