(texto de la columna editorial presentada por Luis Majul el 26 de julio de 2023 en LN+) A Sergio Massa ya le pusieron la careta de Carlos Menem, la de Néstor Kirchner y hasta la de Donald Trump, pero cada vez está más parecido al actual presidente de la Argentina, Alberto Fernández. Porque, lejos de aceptar que es uno de los tres grandes responsables del desastre imperante de la Argentina, le echa la culpa del hambre, la pobreza y la inflación al gobierno de Mauricio Macri.
Es más: cuando el “Ah pero Macri” no le alcanza, se sube a la máquina del tiempo y viaja 22 años atrás, hasta la presidencia de Fernando de la Rúa, cuando él mismo militaba en la UCedé. El ministro de Economía y candidato a presidente tiene poco que ofrecer. Por eso, a falta de expectativas, él mismo se vende como un gran piloto de tormentas, con el razonamiento contrafáctico de que pudo evitar que el gobierno de Alberto, de Cristina y de él mismo se tuviera que ir en helicóptero desde agosto del año pasado, cuando tuvo que reemplazar la Silvina Batakis.
El exintendente de Tigre tiene varios problemas, además de la inflación, el salto del dólar y el mal humor social que provocan sus decisiones. El más importante, ahora mismo, es que Cristina permanece demasiado callada. No se sabe si es porque está muy concentrada en sus propios problemas judiciales, que incluyen el intento de llamar hoy a una sesión del Senado para meter por la ventana a 75 jueces amigos y prorrogar el mandato de su jueza amiga, Ana María Figueroa, porque no quiere quedar pegada a una derrota segura, o porque directamente no quiere que Massa gane.
El segundo más importante es Juan Grabois, quien, cada vez que le ponen un micrófono, le recuerda que viene de lo que una buena parte del kirchnerismo considera la derecha más rancia: la Embajada de los Estados Unidos, sus amigos de negocios y la Sociedad Rural, a la que asistió hace horas sin ponerse colorado.
Y el tercer problema más importante es que no puede responder a una pregunta muy sencilla: si se supone que es tan capaz de terminar con la inflación, el hambre y la pobreza, y tiene tanta audacia y tanta voluntad, ¿por qué no lo empezó a hacer hace un año?
La respuesta que ofrecen sus voceros es: porque las condiciones políticas no se lo permitieron, pero las condiciones políticas tienen nombre y apellido. Se llaman Cristina Fernández de Kirchner y nada hace pensar que pudieron haber cambiado o que Massa las pueda cambiar.
Por eso, te vende una devaluación encubierta como un acto de patriotismo. Por eso, les vende a sus amigos de negocios un inminente acuerdo con el Fondo cuando no tiene nada firmado. Por eso, ante los chicos grandes de La Cámpora, presenta la postergación del acuerdo como un acto de rebeldía contra el FMI. Es decir: lo mismo que hacía Alberto desde que asumió, hasta que todos nos dimos cuenta de quién mandaba.
Por Luis Majul