El inapelable fallo de la Corte que declaró constitucional la Ley de Medios no solo hizo desaparecer de la agenda la derrota electoral de Cristina Fernández y el Gobierno. También, y sobre todo, sirvió para disimular, aunque sea por un tiempo, los gravísimos y urgentes problemas que tiene la Argentina. La creciente y constante inflación, el insoluble problema de la inseguridad y la toma de localidades enteras e incluso de ciudades como Rosario por parte de los barones del narcotráfico son solo los más evidentes. Pero están acompañados por otros más complejos y cuyas consecuencias todos estamos padeciendo. El alza del dólar blue, la brecha entre la cotización oficial y el paralelo y la interrupción de proyectos como el de Vale y Pascua Lama, por citar solo tres ejemplos, están produciendo ya un impacto en la economía de todos los días que la pelea entre el Gobierno y Clarín ayuda a poner debajo de la alfombra. Para el oficialismo, no pudo haber noticia mejor. Nunca, desde 1983, los ganadores de una elección tuvieron menos tiempo para analizarla o disfrutarla.
En cuanto se termine de recuperar y asuma el pleno ejercicio de sus funciones, la Presidenta podrá matar varios pájaros de un tiro. Le dará a su retorno un tono épico y un aire triunfal. Hará coincidir la empatía que generó su dolencia con el nuevo pico de imagen positiva y lo usará para remontar, otra vez, la iniciativa política y transformarse en la gran protagonista de la escena nacional. Además, como la Ley de Medios siempre fue presentada por Cristina Fernández como la madre de todas las batallas, usará este nuevo tempo político para recordarle a todo "el círculo rojo" que todavía sigue vivita y coleando. Es decir: con su poder intacto como para impulsar leyes, bendecir a su futuro candidato a presidente y contener, a quienes dentro y fuera del propio gobierno y del Partido Justicialista, le sentían demasiado cerca de la ceremonia del adiós. Y como si eso fuera poco, Cristina Fernández jugará de local al juego que más le gusta: transformar a Héctor Magnetto en el enemigo público número uno y hacerlo responsable de todos y cada uno de los males de la Argentina. El nuevo escenario, servido en bandeja por la misma Corte que le bajó el pulgar a la reforma judicial, favorece más al ala "dura" que se referencia en Carlos Zannini que a "la blanda", sostenida por el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina.
El triunfo parcial del Gobierno sobre Clarín podría hacer pensar otra vez a Cristina que lo mejor que puede hacer es "profundizar el modelo". Y no solo en su pelea con el multimedios. También cuando se habla o se decide sobre cuestiones económicas. Es decir: en relación con el CIADI, el pago a los fondos buitre o las presiones a los empresarios para que no suban los precios o compren Cedines mientras se prolongue el blanqueo. A los que les gusta apostar y que hasta 48 horas después de las elecciones hablaban de cambios en el gabinete, ya no están tan seguros de que esto suceda. Prefieren jugar a pronosticar cómo podría llegar a terminar la pelea contra el Grupo Clarín. ¿Presentará el grupo un plan de adecuación que le permita al Gobierno no impulsar uno de oficio? ¿Entregarán los accionistas parte de la "caja" de Cablevisión con el objetivo de conservar sus empresas de comunicación emblemáticas como Radio Mitre, TN y Canal 13? ¿Prevalecerá el ala acuerdista de Cristina, representada solo en este caso particular por Zannini, a quien no le disgustaría que Clarín terminara de presentar el plan de adecuación que inicialó David Martínez, el accionista miniritario de Cablevisión? ¿O se impondrá, al final, la postura más dura y "confiscatoria" de Abal Medina, quien sostiene que hay que aprovechar ahora para terminar de desguazar a Clarín y propinarle el mayor daño posible, porque cuanto más y mejor "sobreviva" más tiene la Presidenta, él mismo y todo el gobierno para perder?
Hay, en este juego de vaticinios, más voluntarismo que análisis frío de la realidad. Si se le prestara solo atención a los antecedentes, todo parece indicar que tanto la jefa de Estado como Magnetto serían incapaces de traicionarse a sí mismos. Entre quienes aseguran, por terceras personas, que después del hematoma y la operación la Presidenta fue convencida por sus hijos, el médico Luis Bounomo y el neurólogo Facundo Manes de que debía vivir con menos estrés, no hay nadie que se atreva a decir que Cristina parece otra persona. Parece más calmada y menos ansiosa, pero sigue siendo la misma Cristina de siempre. Y entre quienes comparten muchas horas de su día con el CEO del Grupo Clarín, aceptan que el fallo de la Corte a favor de la Ley de Medios fue el golpe más duro que recibió en los últimos años. Pero ninguno de ellos cree que a partir de ese momento Magnetto ordenará detener el conflicto e iniciar una negociación para intentar un acuerdo. Es decir: ambos, con el mismo espíritu de siempre, levantarán sus banderas hasta el final, más allá de cualquier otra consideración. Esa es la peor de todas las noticias.
Publicado en El Cronista