(texto de la columna editorial presentada por Luis Majul el 4 de septiembre de 2023 en LN+) Carlos Melconian está cumpliendo su papel al pie de la letra. Más allá del resultado electoral, está poniendo nervioso a Javier Milei. Sin atacarlo de frente, solo haciéndose las preguntas de una buena parte de los argentinos que tienen dudas sobre la dolarización y otras propuestas de Milei, parece colocar el debate en otra dimensión.
Ayer, en La Cornisa, arrancó poniendo en evidencia la violencia verbal de Milei. Y se mostró dolido porque el líder de La Libertad Avanza lo había tratado de ignorante. Pero después insistió con los dos caballitos de batalla, con el objetivo de desarmar el proyecto de Milei. Uno: en Argentina no se puede dolarizar, porque para dolarizar se necesitan dólares, y el país no los tiene. Es decir: decir que vamos a dolarizar con éxito es como invitarte a comer fideos con tuco, pero sin los fideos ni el tuco.
Y el otro caballito de batalla es lo absurdo que considera eliminar el Banco Central para detener la emisión de moneda espuria. O, como le gusta decir a Melconian: la idea de que para hacer lugar en el bondi y conseguir un asiento, no encontrar otra solución que cortarte la pierna.
Y el remate final de Melconian es un llamado a evitar que Milei rompa todo. Hizo eso referencia en una nota concedida a LA NACION, en la que aseguró: “Si la gente entendiera la dolarización, habría una manifestación en Plaza de Mayo”.
Lo que todavía nadie atacó de Milei es su presunta debilidad en algunas cuestiones políticas y personales muy concretas. Una: ¿por qué no ataca con la misma fuerza, por ejemplo, a los dirigentes sindicales eternizados en el poder que a la casta política que tanto detesta? Y dos: ¿por qué reacciona de manera tan virulenta cuando critican sus ideas o ponen de manifiesto su carácter irascible?
Aunque el diputado nacional se presenta como el único que podría sacar el kirchnerismo del poder, a veces parece la otra cara de la misma moneda. Demasiado intolerante para una sociedad demasiado lastimada. Demasiado autoritario para un país que necesita calma y mucho sentido común.
Por Luis Majul