(texto de la columna editorial presentada por Luis Majul el 28 de septiembre de 2023 en LN+) El caso Chocogate explotó en el peor momento de desprestigio de la denominada casta política. Fue casi al mismo tiempo en que se conoció el dato más doloroso: el de los 18 millones y medio de argentinos sumidos en la pobreza, empezando por 6 de cada 10 niños, a quienes ni siquiera les alcanza para alimentarse como corresponde.
Me apuro a recomendar dos columnas de opinión del día de hoy. Una es la de Carlos Pagni en LA NACION, con el título: Chocogate, el oscuro silencio de la complicidad. La otra es de Mariano Roa, periodista de Clarín. Empieza así: ¿Pacto de silencio por las tarjetas de la corrupción? Los contactos entre los K, la UCR y el Pro. Sugestivas charlas.
Ambas concluyen lo que parece obvio. Ninguno de los líderes de las principales fuerzas políticas salió a condenar con fuerza el escándalo de las 48 tarjetas de la corrupción, que le permitió a Julio “Chocolate” Rigau retirar 27 millones de pesos por mes de 47 personas distintas, quienes figuraban como cobrando un dinero por tareas en la Legislatura de la provincia, que aparentemente no cumplían.
Tanto Pagni como Roa subrayaron el dato más notorio: ni siquiera salió a condenar el hecho Javier Milei, el candidato que más insistencia pone en denunciar, de manera genérica, la corrupción de la clase dirigente. Para ser sinceros: Milei parecía ayer más preocupado en advertir a sus conocidos que podría explotar todo antes de diciembre de este año, lo que, según su visión, facilitaría la tarea de ajuste del próximo gobierno.
Como si esto fuera poco, también ayer, en el debate de candidatos a jefe de gobierno, su candidato, Ramiro Marra, fue atacado por el kirchnerista Leandro Santoro. Santoro lo vinculó con un caso de aparente corrupción empresaria.
Y trascartón lo volvió a meter en el barro la postulante del Frente de Izquierda de los Trabajadores, Vanina Biasi. Fue en dos oportunidades. Una, cuando lo interrumpió para decirle “qué carajo le importaba” lo que hace la gente en la calle, en medio de los piquetes. La otra: cuando lo incluyó entre los cómplices del Chocogate, a la par de dirigentes de Unión por la Patria y Juntos por el Cambio.
Mientras se celebraba el debate, nosotros mostrábamos en +Nación, dos fotos de la Argentina más pobre. Una correspondía al conurbano bonaerense. Otra a una villa de la Ciudad. Las comparamos con otras de dos de los países más pobres del mundo. Casi no había diferencia.
En simultáneo, Massa seguía de campaña, en otro mundo, sin explicar por qué, desde que asumió como ministro de Economía, ingresaron a la pobreza más de 2 millones de argentinos. Y que la mayoría de ellos habitan en la provincia de Buenos Aires, el distrito que gobierna Axel Kicillof, el último refugio político de la vicepresidenta Cristina Kirchner.
Por Luis Majul