Patricia Bullrich perdió ayer una gran oportunidad. En realidad, fueron dos grandes oportunidades. Una: la de explotar al máximo el escándalo Insaurralde y “lastimar” así a Sergio Massa, con quien disputa el segundo lugar en las encuestas. Y dos: la de arrinconar a Javier Milei, a quien ayer, igual que todos los demás, se lo notó incómodo. Para ser más precisos: demasiado encorsetado en el rígido formato del debate.
Lo de las imágenes del hasta hace unas horas jefe de gabinete de Axel Kicillof, Martín Insaurralde, tomando champagne con Sofía Clérici a bordo del yate El Bandido en Marbella era “para hacer dulce de leche”.
Porque se trata no tanto de “casta”, el término preferido de Milei, sino de kirchnerismo explícito.
Es decir: obsceno, exhibicionista, impúdico, pornográfico, y revelado en la semana en la que se conoció el índice de pobreza más alto después de la pandemia.
Con una explosión de audios y videos de contexto para poner en contexto el desatino, además de los que se acaban de conocer. Desde el video de Massa en el que habla de Insaurralde como si fuera el mejor dirigente de la provincia de Buenos Aires.
Hasta el de Insaurralde candidato a diputado, donde dice que el día en que no pueda volver a su casa y a su barrio tendrá que dejar la política, porque habrá traicionado los valores que le inculcó su padre.
Bullrich debió haber dicho que Insaurralde es Kicillof, Massa, Máximo y Cristina Kirchner. Pero una sola vez mencionó la candidata al intendente de Lomas de Zamora en uso de licencia a lo largo del debate. Fue para replicar la promesa de Massa de mandar a la cárcel a los evasores.
Tan aliviado estaba el ministro de Economía que incluso se dio el lujo de anticipar, a la salida del debate, que además le pedirá a Insaurralde que renuncie a su candidatura a concejal en Lomas de Zamora.
Pero también desaprovechó Bullrich la oportunidad de responder con más precisión sobre la bola de Leliqs, cuando Milei se lo preguntó con toda la intención de hacerle pisar el palito. Porque en el fondo no le contestó, dejando en evidencia que los temas económicos no son su fuerte.
Y tampoco puso demasiado incómodo a Milei sobre su vínculo con Luis Barrionuevo, aunque la respuesta del anarco libertario no fue muy satisfactoria.
¿Podrá Bullrich salir de esta encerrona en las dos semanas que le quedan antes de las elecciones?
Nadie lo podría asegurar, porque el comportamiento del electorado parece insondable. Pero si es cierto que se veía recuperando de manera lenta y constante, como asegura su equipo de campaña, también es verdad que todavía no pudo capitalizar las ventajas que le ofrece la realidad imperante.
Por Luis Majul
Publicado en El Observador