(Publicado en Diario El Observador) Sergio Massa arranca con ventaja. No con una ventaja numérica. Sí con una ventaja de expectativas. Porque la estrategia del miedo y el plan platita funcionó. Y porque anoche, a caballo de los 6 puntos de diferencia sobre Javier Milei, hizo el discurso correcto. Demasiado largo, pero bien pensado.
Pasando la aspiradora para captar a los votantes de Myriam Bregman, de Juan Schiaretti, de Patricia Bullrich y de Javier Milei, pero sin nombrar a los dos últimos. No le va a resultar fácil.
Solo la suma de los votos de Milei y los de Bullrich coloca a Massa muy debajo de un eventual triunfo.
Sin embargo, en política, las cuentas no son lineales. Y los dirigentes ya no pueden orientar el voto hacia donde se les antoja. El mejor ejemplo: hasta el sábado, la mayoría de los encuestadores afirmaba que, en una segunda vuelta entre ambos, Milei le ganaba a Massa con una diferencia de entre 5 y 7 puntos. Pero ahora, con la sorpresiva victoria de Massa, da la impresión de que casi todo cambió.
¿Por qué ganó el ministro de Economía de un país con un dólar blue a 1.100 pesos y al borde de la hiperinflación? Porque se gastó casi dos puntos del PBI en poner plata en el bolsillo a casi 20 millones de argentinos. Un enorme conglomerado de jubilados, pensionados, beneficiarios de planes sociales y empleados públicos. Casi 4 millones de empleados públicos incluidos.
Y también ganó porque hizo una “campaña de miedo” casi perfecta. Haciéndole creer a los peronistas que lo votaron en las PASO, y los que no lo votaron, que Bullrich ya no era competitiva y que Milei venía a quitarles todos sus derechos.
El “boleto Milei” a más de mil pesos fue lo más brutal y lo más impúdico. Pero le funcionó. Algo parecido hizo Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires. “La derecha viene por tus derechos” fue casi lo único que el gobernador repitió una y otra vez. Y obtuvo el 44 por ciento de los votos, con la diferencia de casi 20 puntos sobre Néstor Grindetti, quien ni siquiera pudo retener Lanús
Tampoco el Insaurralde Gate y el Chocolate Gate penetraron con fuerza en la mente y el alma de los bonaerenses. Para muestra, solo un botón. Y bien grande: ayer, Federico Otermín, el hombre de Martín Insaurralde, alcanzó la intendencia con más del 50 por ciento de los votos.
Lo de Massa tiene un doble mérito. Porque no sólo recuperó los votos que el peronismo había perdido en 2022 y durante las PASO. Además casi alcanzó el 37 por ciento. Es decir, el mismo porcentaje que obtuvo Daniel Scioli cuando enfrentó a Mauricio Macri en 2015. Con un pequeño detalle adicional: también es el máximo responsable del 140 por ciento de inflación anual.
Ahora el gran desafío del candidato-ministro es hacer cambiar de opinión a una parte del 60 por ciento de los argentinos que no lo soporta. Sin los modos de Cristina y los chicos grandes de La Cámpora. Esmerilando a su adversario con el repiqueteo de su presunta inestabilidad emocional. Y todo esto, si no pone a la economía de sombrero, antes de la segunda vuelta, el próximo 19 de noviembre.
¿Y Milei? No la tiene nada fácil.
Ni por arriba ni por abajo.
Por arriba, debe seducir a cada uno de los dirigentes de Juntos a los que adjetivó e insultó. Bullrich ya le tendió una mano. Mauricio Macri trabajaría para tender puentes. Pero los radicales como Gerardo Morales no quieren saber nada. Y Horacio Rodríguez Larreta tampoco.
¿Está a punto de romperse la que hasta ayer era la principal fuerza de la oposición?
Mientras tanto, Milei, “por abajo”, debe convencer a una parte del electorado que, por alguna razón, eligió no votarlo. ¿Qué papel jugará Jorge Macri, uno de los pocos triunfadores de la oposición? ¿En qué lugar se parará Rogelio Frigerio, gobernador electo de Entre Ríos, otro de los que emergió intacto, en medio de la debacle de Juntos por el Cambio?
Lo único seguro es que el próximo presidente tendrá una enorme bomba para desactivar y enormes dificultades para gobernar.
La composición de la Cámara de Diputados lo explica de manera contundente. Unión por la Patria se quedará con 107 diputados, Juntos por el Cambio con 94 y la Libertad Avanza con 38. En el Senado, la proporción de fuerzas será casi idéntica. Es decir: se necesitarán muchos acuerdos para aprobar las leyes más urgentes que necesita la Argentina. Y todo esto, en un contexto de suma volatilidad. Política, económica, social y emocional.