(columna publicada en El Observador el 24 de diciembre de 2023) En realidad, casi nadie lo sabe. Ni “la casta” ni las mil y una corporaciones que sienten atacados sus privilegios enormes, pequeños y medianos. Nadie. Ni los empresarios ni los sindicatos a los que afecta con el mega DNU.
Ni siquiera el sistema de medios de comunicación tradicional “hegemónico” —sea éste “kirchnerista” o “antikirchnerista — termina de entender por qué el presidente Javier Milei hace lo que hace.
Los desconcertados repiten, todavía consternados y, por supuesto, escudados en el off the récord, cosas como éstas:
“Está loco. Se peleó con todas las mafias a la vez. Se van a terminar juntando todas y lo van a despedazar”.
“¿Como va a presentar semejante DNU y esperar que el Parlamento se lo apruebe, estando en evidente minoría, sin ofrecer nada a cambio, frente a diputados y senadores acostumbrados a cambiar leyes por cargos o beneficios para sus provincias?”
“La inflación viaja a más del 1 por ciento diario y encima todos los días los piqueteros le quieren tomar la calle. ¿Cuánto cree Milei que puede durar así?”
Pero quizá las dos críticas más fuertes y dignas de debatir se las hayan hecho el constitucionalista Daniel Sabsay y el senador Martín Lousteau, ahora presidente de la UCR.
Sabsay no es mileísta. Sin embargo lo votó, como única alternativa para frenar a Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa. Sabsay sostiene que el decreto es inconstitucional y peligroso. Y agrega, desde su cuenta de X: “No nos debemos equivocar por la tentación autoritaria. La solidez de la desregulación depende de la sustentación legal. Todo dentro de la ley, nada fuera de ella”.
Lousteau fue un poco más allá, y mezcló sus posturas ideológicas, más cercanas a la intervención del Estado en la economía, con críticas a las puestas en escena del presidente. No le gustó que hubiese dado la espalda al Congreso y haya hecho “exhibicionismo” con las fuerzas de seguridad. Lo expuso así: “El respeto a la institucionalidad evita abusos que dañan la sociedad. Es sano hacer el ejercicio de pensar cómo reaccionaría uno si un presidente de signo político contrario al propio hubiera: 1) dado la espalda a la Asamblea Legislativa; 2) tomado medidas económicas con fuerte impacto para amplios sectores; 3) hubiera hecho exhibicionismo de fuerzas de seguridad y 4) dictado un DNU fuera de la legalidad que interfiere en múltiples áreas de la vida y la actividad. Así no funciona una democracia plena”.
Las opiniones de Sabsay siempre son muy respetables. Las de Lousteau, en cambio, están atravesadas por su pasado como ministro de Economía de Cristina, la 125 y su renuncia a la embajada de los Estados Unidos, cuando Mauricio Macri menos se lo esperaba.
De cualquier manera, Milei no piensa dar marcha atrás. Como el slogan de la campaña de Patricia Bulrich, repite: “Es todo. O no es nada"
Sus encuentros con Macri lo terminaron de convencer. El gradualismo, al ex presidente, no le funcionó. Tampoco le funcionó el no tener un ministro de Economía con mucho poder. Menos le resultó el constante envío al parlamento de paquetes de leyes que volvían diluidas: “Demasiado negociadas”.
Milei sabe que tiene que hacer todo ahora, y todo junto. A saber:
Llegar al déficit cero cuánto antes
Bajar la inflación a partir de marzo o abril
Desregular la economía de una vez y para siempre
Evitar que los dirigentes sociales tomen la calle
Impedir que el Parlamento funcione como una máquina de impedir
Está parado sobre el 56% de los votos. Todavía goza de altísimos niveles de popularidad. Y además maneja un sistema de comunicación muy dinámico, que no respeta la lógica clásica de los presidentes de todo el mundo.
Sólo por dar un ejemplo: la entrevista que el presidente le concedió el sábado a Mirtha Legrand tuvo picos de 14 puntos.
Así, en términos de audiencia, “humilló” a su competidor directo, Andy Kusnetzoff, que al mismo tiempo bordeaba los 5 puntos y, en el medio del zapping, daba la impresión de que “atrasaba” con una fórmula repetida y antigua.
No fue una mala decisión ir a comer a lo de “la Chiqui”. Sus declaraciones en esa cena marcarán la agenda de una parte de la semana. Es más: el próximo martes, nos dará una entrevista, a las 21, para Más Nación, desde la Casa Rosada, para hacer un balance de los primeros 20 días de gobierno.
Mientras tanto, tampoco los gobernadores le terminan de sacarle la “ficha”. Ellos suponen que jugando todos juntos lo van poder doblegar. Pero, después de la reunión, Milei les mandó a decir: “Si no apoyan la vuelta del impuesto a las ganancias habrá todavía menos fondos discrecionales”.
A Milei ni siquiera parece asustarlo la amenaza de Axel Kicillof de emitir una moneda de la provincia para autofinanciarse, en vez de ejecutar un severo recorte de gastos. La semana pasada, Milei reflexionó sobre semejante posibilidad: “Está en todo su derecho. Que lo haga. Que la choque. Va a hacer la decisión que corone el fin de su carrera política. Porque los patacones, o como se llamen, van a arrancar valiendo por lo menos el 30 por ciento menos que el peso nacional. Así los bonaerenses sabrán, sin maquillaje, como maneja la provincia Kicillof, el peor ministro de Economía de la historia argentina”.
Cada tanto, algún dirigente político tradicional, nos vuelve a preguntar si Milei “está loco”. La respuesta correcta sería:
“Loco no. Está jugado”.
O, para que se entienda mejor: no tiene plan B. Ni un camino alternativo para evitar la hiperinflación.
Es esto.
Lo que dice. Lo que hace. Lo que se ve.
“O que reviente todo”.
Y no parece importarle, siquiera, cómo pueda terminar él mismo.
Porque, dice, si viene la híper y el descenso a los infiernos, el principal responsable no será él, sino quiénes vienen trabajando, desde antes de su asunción, para impedir el cambio.
por Luis Majul