(columna publicada en El Observador el 3 de febrero de 2024) El estilo atolondrado, desmesurado y provocativo del gobierno en general y de Javier Milei en particular, desorienta a propios y extraños. El oficialismo acaba de lograr, por 144 votos a 109, la aprobación en general de un tercio de la ley ómnibus que envió a Diputados.
Sin embargo, en vez celebrar lo que para su mesa chica fue “una trabajosa victoria”, el presidente se sumerge en los números de la macroeconomía que más la interesan: la inflación, el gasto, las nuevas desregulaciones y lo que entiende como “el fin de los negocios de la casta”. Dice que para enero se podría registrar un índice de inflación de unas décimas por encima de 20 por ciento, pero pide que se preste atención a los cálculos de las consultoras de Camilo Tiscornia, Fausto Spotorno y Ramiro Castiñeira.
Tiscornia y Castiñeira la ubican en el 19 por ciento. Spotorno un poco más arriba del 18. Milei elucubra: “Si se le descuenta el arrastre del 10 por ciento, estamos en una inflación real de un dígito”. No es una noticia para festejar, porque los precios siguen subiendo, muy por encima de los ingresos de los trabajadores formales e informales. Pero implicaría un principio de desaceleración, un “rumbo hacia la estabilización” según lo entienden el jefe de Estado, y su ministro de Economía, Luis Caputo.
Milei dice ser consciente de lo mal que lo está pasando la mayoría de los argentinos. En especial, los más pobres, la clase media y media-baja. Parece tener en claro que, a partir de ahora y hasta abril, se juega gran parte del éxito de su programa económico. Y que, en los próximos días, deberá ejecutar políticas para “aliviar el sufrimiento”. Por eso ya instruyó a su ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, para que suministre una ayuda extra a las familias de clase media que no puedan pagar la cuota completa de los colegios privados a los que asisten sus hijos.
Por lo demás, dice estar haciendo lo que prometió en campaña: terminar con los privilegios de lo que sigue llamado “la casta”: “Redujimos en un 98 por ciento las transferencias discrecionales a las provincias, y ni el presidente ni los ministros ni los secretarios cobraron el 16 por ciento de aumento que recibieron el resto de los empleados estatales”, explica.
Repite que no coparticipará con las provincias el impuesto PAIS. Lo justifica así: “Es un impuesto de miércoles. Y, si lo coparticipamos, no lo vamos a poder quitar más”. Es decir: aspira a dejarlo sin efecto en cuanto logre el equilibrio fiscal.
¿Está satisfecho con el resultado de la aprobación de apenas un tercio de la ley ómnibus que propuso? “Pongamoslo así: se aprobaron, en general, un conjunto de unos 250 artículos.
¿Sabés cuántos artículos tiene la Constitución?. 192. Si lo quieren poner en términos deportivos, bien podríamos decir que, entre lo del viernes y las normas contenidas en el DNU que ya están rigiendo, instalamos unas 500 reformas en 50 días de gobierno”.
El problema, en este caso, es que todavía no entró el vigencia el capítulo del DNU correspondiente a la reforma del trabajo, porque un grupo de jueces laborales se lo impide. Entiende que son los que responden a Héctor Recalde. También entiende como una victoria el haber quitado el capítulo fiscal de la ley ómnibus. “Como lo están demostrando los números, llegaremos al equilibro fiscal sin ese capítulo y le quitamos la herramienta de extorsión / negociación a algunos gobernadores que nos corrían el arco todos los días”.
La atención en la economía
Pide que se preste atención a unos de los últimos tuits del economista Fernando Marull. El que revela que “enero va a dar superavit fiscal”. Porque, según Marull, “voló la recaudación, al 240 por ciento anual”. Incluso, por encima de la inflación.
Milei considera que su gobierno puso en marcha “solo el 25 por ciento de las reformas”. Que todavía quedan para presentar “las tres cuartas partes del paquete”. Que la unidad de Federico Sturzenegger está trabajando en “limpiar decretos para profundizar la desregulación”.
El jefe de Estado se muestra “muy satisfecho” con la negociación con el FMI. Aclara que no se negocia un nuevo programa porque no es necesario. O, en sus propias palabras: “Porque sobrecumplimos las metas comprometidas con el FMI”.
En el equipo económico piden que se preste atención a la letra chica: “Si consolidamos el equilibrio fiscal, a mitad de año eliminaríamos el cepo, y la economía empezaría a rebotar”. Parece una carrera en dos tiempos: el de la inflación y la pelea contra el gasto. “En marzo lograríamos el superávit fiscal”, insisten desde Economía.
Pero las pymes y los trabajadores informales hacen malabares para llegar a fin de mes. Y será peor cuando haya que pagar el nuevo aumento de las prepagas, el celular, internet y las tarifas. “Nunca dijimos que esto sería fácil, ni que íbamos a hacer magia. Si alguien sabe cómo bajar de un día para el otro la casi híper que nos dejó el gobierno anterior, que lo diga rápido, así lo implementamos”, reflexiona, irónico.
El lunes por la tarde Milei se subirá al avión de la línea Alitalia para dar inicio a su viaje al Vaticano y su visita a Israel, pero durante el fin de semana recibió buenas noticias de los encuestadores Federico Aurelio y Juan Mayol. Ambas indican, palabra más, palabra menos, que el acompañamiento de los votantes de la segunda vuelta se sigue sosteniendo, a pesar del ruido imperante. Es que los episodios de violencia que rodearon la discusión en el recinto son recibidos, por la mayoría de la opinión pública, como la prueba más cabal de que las figuras más impresentables del peronismo y la izquierda “la quieren pudrir toda”. Y la quieren “pudrir toda”, “ahora mismo”, porque saben que, “si a este gobierno le va bien” y “al país le va bien”, “esos tipos no vuelven más”.
El entrecomillado no corresponde a respuestas ofrecidas en los focus groups por encuestados que votaron a Milei en el balotaje. Se trata de preguntas formuladas por una empresa que antes trabajó para Unión por la Patria. Según esa misma encuesta, los nombres de Máximo Kirchner, Juan Grabois, Pablo Moyano y Eduardo Belliboni se encuentran al tope del desprestigio y del rechazo.
Los casos de Máximo y Scioli
El jueves pasado, a Máximo Kirchner, en la calle, le gritaron “¡Traidor! No quisieron meter a Scioli y ahora Scioli está con Milei”. Le intentaron pegar. El respondió “¡Hijos de puta!”, mientras lo protegían por lo menos dos personas más altas que él, y que parecían ser parte de su custodia.
¿Para qué Kirchner se fue del recinto rumbo a la calle? Todo indica que trató de voltear el debate. Reeditar el impacto político de diciembre de 2017, alrededor de la discusión por la fórmula jubilatoria. Los días de las 14 toneladas de piedras. Pero le salió el tiro por la culata. Y a propósito de Scioli. ¿Qué hace el ex vicepresidente, ex gobernador, ex candidato a presidente, investigado por un sinnúmero de causas de corrupción, en el gobierno anticasta de Milei?
Cerca del presidente lo explican así: se lo pidió Guillermo Francos, uno de los ministros de su mayor confianza; se ocupará de un sector que conoce, como lo es el turismo, y ayudará a instalar el tema de las sociedades anónimas en los clubes de fútbol, una de las banderas del ex presidente Macri.
El jefe de Estado vuelve a desorientar. Parecen no molestarle las críticas por el nombramiento de Scioli. Tampoco las que sostienen, con datos en la mano, que el rumbo de su gobierno es el correcto, pero que sus procedimientos dejan mucho que desear.
¿Una nueva coalición?
Milei promete seguir con atención la discusión parlamentaria de la ley ómnibus, artículo por artículo. Supone que en la defensa o el rechazo de “ciertos artículos” van a quedar en evidencia “los tongos, los negocios y los retornos de la casta”. Afirma que también están quedando en evidencia quiénes le fueron a reclamar a Pettovello por los comedores escolares y los planes sociales. Los considera pseudo dirigentes, a quienes “se les acabó el curro de usar
a los pobres para su beneficio personal”.
La idea de Pettovello de recibir a uno por uno, previo registro de su DNI para que expliciten sus necesidades fue calificada de “brillante” y “muy corajuda” por el presidente. Aunque Milei detesta la rosca política, entiende que el enorme desprestigio del kirchnerismo y la autodenominada izquierda y el lugar incómodo en el que terminó Juntos por el Cambio le ofrece una enorme oportunidad: la de empezar a conformar una nueva coalición, de cara a las legislativas de 2025.
Una coalición junto a Mauricio Macri, la ministra de seguridad, Patricia Bullrich y algunos peronistas no k, cuyos nombres prefiere mantener en reserva. La decisión conjunta de Bullrich y del jefe de Gobierno de la Ciudad, Jorge Macri, de pedir penas ejemplares para quienes rompieron las baldosas del espacio público y denunciar a los violentos para que paguen el costo económico, es un dato no solo administrativo, sino también político.
Por Luis Majul