(Columna de Luis Majul publicada en El Observador el 18 de febrero de 2024) ¿Qué tiene Milei en la cabeza? ¿Por qué toma decisiones tan difíciles de entender para los analistas clásicos? ¿Qué lo llevó a atacar, durante casi una semana entera, a una figura popular, pero sin relevancia política, como Lali Espósito?
¿Qué razonamiento siguió cuando decidió retirar la ley ómnibus de la Cámara de Diputados, después de varios días de arduo debate dentro y fuera del recinto? ¿Por qué acelera en las curvas en el medio del tira y afloje con los gobernadores?
Ahora se anuncia que al megaproyecto de reforma del Estado lo va a dividir en varias partes mientras sigue pateando para adelante la discusión parlamentaria por el DNU. Pero ¿será esta nueva estrategia la que le permita avanzar en las reformas de fondo o, por el contrario, disparará nuevos enfrentamientos y acusaciones de corrupción, sin resultados concretos? Sus viajes a Israel y el Vaticano, ¿deben considerarse asuntos de Estado o visitas místicas de
reivindicación personal?
La cantidad de tuits, retuits y me gusta que envía desde su cuenta de X cada día es abrumadora. Las cientos de miles de reproducciones que tiene cada uno, también. Lo hace incluso de noche, antes o después de cenar, entre las 21 y las 0 horas, cuando la mayoría de la gente empieza a despedirse del día.
¿Duerme poco? Se pasa muchas horas arriba de aviones de línea, a pesar de que eso le descuajeringa la agenda. De hecho, el cronograma de los aviones comerciales le impedirá, por ejemplo, reunirse con Donald Trump en los Estado Unidos, como lo tenía previsto.
¿Cuál fue el mayor acierto que tuvo desde que asumió? ¿Cuál fue el peor error que reconoce? ¿Qué papel cumple su hermana, la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei? ¿Cuál es el verdadero rol de Santiago Caputo? ¿Cómo reacciona cuando lo tratan de loco, intolerante o inmaduro? ¿Cómo afecta a su vida personal el hecho de que su pareja, Fátima Flórez, manifieste el deseo de tener un hijo? ¿Qué hace cuando no trabaja? ¿Por qué no se psicoanaliza?
A muchas de estas preguntas las va a responder el mismo presidente, Javier Milei, este lunes a las 21, en un mano a mano imperdible en el programa especial que compartiremos junto a Eduardo Feinmann, Pablo Rossi, Esteban Trebucq y Martín Rodríguez Yebra, en La Nación+. Sin embargo, después de muchas pistas y señales que fue dejando en conversaciones públicas y privadas, éstas son las conclusiones que se pueden anticipar antes de la publicación de la entrevista.
La política, Gramsci y Lali Espósito
Milei no tiene estrategia política, sino que toma sus decisiones a través de premisas como la Teoría de los Juegos. “De hecho, yo de política no entiendo nada”, me dijo en una oportunidad. La Teoría de los Juegos se hizo oficial a partir de los trabajos de John von Neumann, Oscar Morgenstern y John Nash antes y durante la Guerra Fría. Sostiene que existe una forma racional y efectiva de encarar cualquier juego o negociar un conflicto. En especial si se
pueden anticipar situaciones engañosas y segundas intenciones. El ajedrez es un buen ejemplo donde se la aplica. Porque se supone que siempre gana el que se adelanta a la jugada de su rival.
Cuando le preguntan a Milei por qué se ensaña con un periodista o una artista en particular, y se le marca la asimetría de la disputa, el presidente responde que su reacción no se debe encuadrar en “la remanida hipótesis del cabrón que se le salta la cadena” sino en “la teoría de las ventanas rotas”.
La teoría de las ventanas rotas se aplica en la criminología. Sostiene que cuando la policía ataca de inmediato delitos menores como el de alguien que rompe un vidrio, la atmósfera de orden y legalidad se esparcirá hacia el resto de la sociedad en forma inmediata. Los primeros que hablaron de la teoría de la ventana rota fueron los científicos sociales James Q. Wilson y Gerge L. Kelling, en un artículo publicado en 1982. Y el primero en llevarla a la práctica fue el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, durante los años '90.
En la cabeza de Milei, entonces, la polémica con Lali Espósito sirvió para lograr los dos propósitos que perseguía. Uno, inmediato: que los representantes de los artistas y los funcionarios de los gobiernos municipales, provinciales y nacionales lo piensen dos veces, antes de contratar un espectáculo. Es decir: que antes de pedir plata al Tesoro de la Nación, usen su dinero en cuestiones más urgentes. Y otro, de fondo: liderar la batalla cultural para “aniquilar”, estrategia que le adjudica al periodista, sociólogo y teórico marxista italiano Antonio Gramsci. Argumenta Milei que Gramsci sostenía que, para implementar el socialismo, era necesario que sus ideas penetraran desde la cultura, la educación y los medios. Él dice estar haciendo lo mismo, pero apoyado en “las ideas de la libertad”.
Hacia el fin de la semana pasada, el presidente tomó la decisión de no echar más leña al fuego, después de que le comentaron que Lali Espósito estaba demasiado angustiada con la situación. Le pusieron como ejemplo la profunda tristeza que acumuló hasta que puedo pedirle perdón en persona al Papa, a quien había comparado con el Diablo. De todos modos, al final, su reacción fue la misma que tuvo cuando le preguntaron por qué había calificado al presidente de Colombia, Gustavo Pedro, como comunista y asesino. “Primero, porque es verdad. Segundo, porque él empezó primero”. En efecto, Petro le había comparado con Adolf Hitler. Y Espósito también, según Milei, había “empezado primero”. Fue al subir a su cuenta de X, después del triunfo de Milei en las PASO, la siguiente expresión: "Qué peligroso. Qué triste"
"Divide y reinarás"
El otro gran sistema al que Milei suele citar para explicar por qué hace lo que hace es el Diagrama del Árbol de la Decisión. Se puede entender como un mapa con posibles resultados para una serie de decisiones relacionadas. Se supone que la fórmula del Árbol de la Decisión le permite a una persona o una organización elegir la mejor opción después de clasificar sus costos, probabilidades y beneficios. El creador del árbol de las decisiones fue J. Ross Quinlan, un ingeniero informático nacido en 1943. La premisa del Arbol de la Decisión es “Divide y reinarás”, una estrategia de guerra que se empezó a aplicar en la antigüedad y que todavía perdura.
La estrategia del divide y reinarás es la que aplicó Milei para enfrentar a la mayoría de los gobernadores y los diputados que votaron en contra de muchos artículos de la ley ómnibus.
Mucho antes de empezar el debate en el recinto, el presidente ya había pensado en denunciar a quienes se opusieran a los artículos en particular. Se preguntaba: “¿Cuántos se van a animar a levantar la mano al lado de los kirchneristas”?
Su razonamiento, para retirar el paquete de leyes, fue: “Si empiezo a ceder en el más mínimo punto, la dinámica negociadora de los diputados va a transformar la ley ómnibus en un mamarracho”. La misma premisa siguió para quitar el capítulo fiscal que incluía, por ejemplo, la restitución del impuesto a las ganancias.
Lo puso negro sobre blanco el ministro de Economía, Luis Caputo, en la última entrevista que me concedió: “Las provincias hicieron una mala evaluación de su poder de negociación. Pensaban que tenían mucho más poder del que realmente tenían”.
Los que supusieron que el retiro de la ley podría corresponder a un acto impulsivo no toman en cuenta que Milei habla más de lo que se supone con Mauricio Macri. Y que asimila como un aprendizaje los fracasos del ex presidente en su negociación con los gobernadores y una buena parte del Parlamento.
Errores, aciertos y revelaciones
¿Cuál fue entonces el error más grande que pudo haber cometido Milei en los casi 70 días que lleva de gobierno? Lo confesará dentro de unas horas, en el reportaje íntimo, que muestra un costado desconocido.
¿Deberían preocuparse los que dejaron los dedos marcados en las cajas negras llamadas fondos fiduciarios que se quieren eliminar? Sí.
Milei está ansioso por probar, en los hechos, lo que denomina “la teoría de la revelación”. Es decir: quiénes son, con nombre, apellido y motivaciones, los que están en contra de las ideas del cambio, y quiénes no.
Cree que la mayoría de la sociedad identificó solamente a algunos. Y que es perentorio que se sepa quiénes dicen una cosa y hacen otra. Los denomina, con cierto desprecio, “kirchneristas descafeinados”.
Por Luis Majul