Néstor Kirchner sufrió el jueves pasado, en Diputados, la tercera derrota de su vida política, después del voto no positivo de Julio Cobos y el fracaso electoral de las elecciones pasadas, pero el quien lo considere un muerto político lo estará subestimando, mal.
El triunfo de la oposición debe ser considerado excepcional. A partir de ahora, aunque el Frente para la Victoria (FPV) no tenga más el control de la mitad más uno de las comisiones, le será a la circunstancial mayoría no oficialista tan difícil aprobar una ley como el oficialismo imponer una nueva. Igual, la agenda la manejará quien demuestre más habilidad y voluntad política. Un ejemplo: si el Gobierno va a fondo con la nueva ley de entidades financieras, es posible que consiga su aprobación antes que la oposición logre modificar el Consejo de la Magistratura o imponer una Comisión para investigar la corrupción de esta administración. Los votos de los diputados de centroizquierda como Pino Solanas, Claudio Lozano y Martín Sabbatella y de otros legisladores que no están ni con uno ni con otro alcanzarán al kirchnerismo para lograr su cometido.
Kirchner todavía controla la caja, y, como se sabe, no tiene ningún prurito para repartir plata fresca, subsidios, planes sociales o promesas a cambio de votos. El Gobierno tendrá de acá hasta marzo para seducir a los gobernadores s intendentes que puedan ayudarlo. Mientras tanto, irá a fondo con la implementación efectiva de la Ley de Medios y la intervención a Papel Prensa. El ex presidente considera a ambas iniciativas imprescindibles para imponer los temas de la agenda política.
Las principales figuras de la oposición están más cerca de la ruptura que de un proyecto común. Carlos Reutemann sigue siendo una incógnita. Si el senador por Santa Fe continúa demorando el anuncio de su candidatura presidencial, Francisco De Narváez empezará a trabajar en la suya. Dirá que, a pesar de haber nacido en Colombia, si la adopción de la ciudadanía Argentina le permite ser gobernador de la provincia de Buenos Aires no hay impedimento real para que sea elegido jefe de Estado. Mauricio Macri, otro que pretende ser candidato a presidente, ya está notificado. Y Felipe Solá ya les anticipó a los dos que irá por lo mismo si el tiempo y la intención de votos se lo permite. El ex presidente Eduardo Duhalde juega a convertirse en el gran rival de Kirchner en la provincia de Buenos Aires, para bajar su imagen negativa y transformarse en otra alternativa. Por ahora acumula y sigue jugando solo.
Elisa Carrió le acaba de notificar al flamante presidente de la Unión Cívica Radical, Ernesto Sanz, que en cualquier momento anunciará el retiro de su agrupación de la Coalición, porque no digiere la candidatura presidencial de Julio Cobos. Los kirchneristas más atentos sostienen que la inminente ruptura impactará en la Cámara de Diputados, y dejará más en evidencia que lo del jueves fue un "rejunte" y no un proyecto opositor "serio y sustentable".
Lo que más le preocupa al ex Presidente es neutralizar cualquier cambio en el Consejo de la Magistratura. El sabe que algunos jueces federales están esperando el momento propicio para acelerar las causas de corrupción que lo tienen a él mismo como uno de los principales sospechosos. Si la oposición lograra romper la mayoría kirchnerista, los magistrados se quitarían de encima el fantasma del juicio político e irían a fondo.
Hay varias causas que a Kirchner no lo dejan dormir. Una es la de su presunto enriquecimiento ilícito. La tramita el juez Norberto Oyarbide. En las últimas dos semanas, el magistrado se encargó de difundir datos calientes de la causa de Ciro James que complica a Macri y la de los remedios truchos, con la estelar decisión de poner a Juan Zanola en prisión. En jueves pasado, cuando una periodista de La Red le preguntó con insistencia sobre su trabajo en el juicio por presunto enriquecimiento indebido, al final Oyarbide respondió, fastidioso: "Ahora la analizan los peritos contables". La pregunta de la colega lo puso en aprietos: ahora sabe que una parte de la sociedad está esperando que actúe, también en ese sentido. La Nación ya publicó una versión que indicaría que Oyarbide estaría dispuesto a sobreseer a Kirchner antes del 10 de diciembre. ¿Lo hará?
Contra lo que la mayoría puede suponer, al ex mandatario no es la clase de ser humano que se paralizan después de una derrota o una gran frustración. Nació con el paladar perforado, lo que le provocó los problemas de dicción que todavía padece. A los siete años tuvo tos convulsa y eso le provocó la desviación en un ojo y también estrabismo. En plena secundaria, era considerado el "Pan Triste" de la clase. Cuando pretendió seguir la carrera de maestro, como su hermana Alicia, los profesores de la mesa examinadora lo bocharon, precisamente por su problema de dicción. Ese día, su profesor Emilio García Pacheco lo invitó a su casa y lo consoló. Le explicó que lo que diferencia a los hombres comunes de los que trascienden es la voluntad. En Río Gallegos, a García Pacheco lo llaman "El padre del monstruo". El ex canciller Rafael Bielsa sostiene que Kirchner tiene la voluntad de Alejandro Magno. Y que se le nota hasta en la manera de caminar.
El Primer Caballero hace política, casi, las 24 horas del día. Mientras el resto de sus colegas comen, duermen, crian a sus hijos y a sus nietos o se la pasan discutiendo pequeños espacios de poder, como en la última cumbre del radicalismo, Kirchner piensa en cómo desgastar a quienes pretenden enfrentarlo.
Si se analizan con cuidado sus decisiones de los últimos años, se comprobará cómo ayudó a construir la imagen negativa de Duhalde. O de qué manera está esmerilando al jefe de gobierno de la ciudad, a quien considera uno de sus rivales más serios.
Su "capacidad de daño" no es la misma que la de hace un año y medio, pero todavía no se le acabó. Además, sabe que su intención de voto se hunde cada día más, y por eso ahora todos los días duda de si el candidato de su espacio debe ser el mismo, Cristina y otro incondicional, como Daniel Scioli.
Kircher perdió de nuevo. Pero el kirchnerismo, todavía, sigue vivito y coleando.
Publicado en El Cronista