Vamos a chocar, pero no de frente y a 200 kilómetros por hora, como sucedió en diciembre de 2001. Tampoco habrá una corrida cambiara y bancaria, como la que provocó el corralito. Pero vamos a chocar porque el auto se está quedando sin combustible y terminará estrellándose contra otro vehículo, contra la pared o se meterá dentro de un pozo ante la imposibilidad de conducirlo con normalidad.

Eso es lo que sugieren economistas que se pasan analizando todas las variables sensibles. Eso es lo que dice, en su lenguaje de suma prudencia, uno de los más respetados, el ex ministro Roberto Lavagna. ""Es el final del tobogán. Esperemos caer sobre la arena, y no en adoquín"".

Las industrias más dinámicas y que generan más puestos de trabajo, como la de los autos y la construcción, están igual o peor que 2009. Es decir: sin financiamiento de ningún tipo, comunicando suspensiones todos los días y preanunciando una nueva ola de despidos. La economía necesita dólares pero la disputa entre el ministro de Economía, Axel Kicillof y el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, se va a dirimir imprimiendo y arrojando a la calle entre $ 100 mil y 130 mil millones de acá a diciembre. Eso preanunciaría un dólar paralelo de por los menos $ 18 y una inflación anual de más del 40%, maquillada con mucho discurso contra los fondos buitre, pero con menor consumo y menor actividad que a fines del año pasado. Sería un ""Rodrigazo en cuotas"", como vaticinó el propio Lavagna hace unos meses. O una recesión por etapas, pero larga y profunda, como sostienen todos los economistas con algo de sentido común. Kicillof está enojado precisamente por eso.

Por los datos que aparecen sobre la economía casi todos los días, en la tapa de los principales matutinos, y también en los noticieros. Antes del problema con el canje de la deuda, me dijo, después de una entrevista mano a mano para la tele, que a la economía también la hacen los periodistas y los diarios. ""Si todos los días decís que esto se está por caer, los agentes económicos, desde el más simple consumidor hasta el grupo económico más grande, va a hacer todo lo posible para sobrevivir. Y eso, a la larga, va a repercutir, para mal, en todas las variables económicas"".

Lo entendí a la perfección y aproveché para preguntarle porqué, desde diciembre del año pasado, el INDEC había dejado de medir los datos de la pobreza. Me respondió que la pobreza estaba siendo mal calculada. Sobre parámetros que estaban en desuso. Explicó que eso requería una ingeniería estadística y un ensamble que no se podían resolver de un día para el otro. Aceptó que sin estadísticas confiables, a la economía y al país le iba a ir peor. ¿Volvieron a ser confiables los índices del costo de vida? El Estado presenta una inflación mensual de menos del 2% y las consultoras privadas de más del 2%. El gobierno no termina de reconocer una caída del PBI y hay quienes la proyectan, para cuando termine el año, más cerca de 1.5 que del 1%.

Entonces el ministro me recibió para una entrevista pública en la que aclaró los alcances y los detalles del acuerdo del gobierno con el Club de París. Lo presentó como un triunfo del modelo y del país. Lo colocó dentro del círculo virtuoso de la negociación con Repsol y el pago de los juicios en el CIADI. Como si fuera una clase magistral de economía aplicada, afirmó que esas decisiones iban a afectar, para bien, a la Argentina, porque resultaría más fácil conseguir dólares y créditos tanto para el Estado como para el sector privado. Después usó media hora más para afirmar que la Argentina estaba mejor que el mundo, y que la culpa de la inflación la tienen los formadores de precios y no la política económica. Terminó definiendo lo que para él y la Presidenta sería el verdadero triángulo del mal: empresarios inescrupulosos, la corpo liderada por el Grupo Clarín y los dirigentes de la Opo que le hacen el caldo gordo a los dos primeros, porque no tienen una propuesta alternativa ni se sientan a pensar un modelo de país. Es decir: ni un poquito de autocrítica. Ni un mínimo gesto para discutir decisiones o debatir el eje de la política económica. Ahora que la Argentina reapareció en los diarios del mundo por el dato singular de que solo un 7% de los acreedores podría hacer fracasar toda la reestructuración de la deuda me gustaría volver a hablar con el ministro. Aceptaría sin dudas su opinión sobre el fallo del juez Griesa.

Para todo el mundo financiero, político y académico no hay ninguna duda de que se trata de un disparate. Pero le preguntaría por qué no arbitró las medidas para que el círculo virtuoso que haría regresar a la Argentina al club de los países que reciben crédito se completara de manera satisfactoria, tal como lo anticipó en el último reportaje. El y la Presidenta sabían muy bien que no era necesario pagar todo lo exigido. Que con un fondo de garantía que probara la voluntad de pagar, la remanida cláusula RUFO no se iba a gatillar de ninguna manera. ¿Eligieron una salida épica para entrar en los libros de historia sin pensar en la economía de la semana que viene? ¿Tienen un as en la manga que no conocemos el resto de los mortales? Empezaron a aparecer en los diarios de la corpo y en los demás también, el mismo tipo de notas que hace un poco más de una década atrás. Restaurantes que cierran. Gente que compra segundas marcas o prefiere quedarse en su casa. Campañas publicitarias que se levantan de un día para el otro. "Empresas ingeniosas que crecen a pesar de la crisis". O "Más o menos cada diez años la Argentina explota". Suena a profecía autocumplida. Pero se parece bastante a la realidad.

Publicado en El Cronista