La decisión del radicalismo de integrar un posible gobierno de coalición con Mauricio Macri y Elisa Carrió es una pésima noticia para el peronismo, en general, y para la Presidenta, en particular. Si el senador Ernesto Sanz tuviese razón y la movida colocara al jefe de gobierno de la Ciudad por encima del 35% de los votos y le diese la posibilidad de competir en segunda vuelta, Macri tendría altas chances de suceder a Cristina Fernández, y la Unión Cívica Radical, de recuperar varias provincias y manejar varios ministerios de la próxima administración nacional. Además, se configuraría, en los papeles, el tipo de gobierno con que el Papa Francisco sueña desde hace tiempo: muy ejecutivo pero a la vez muy controlado para evitar negocios ilegales. Sanz le llama a esto "republicanismo democrático" y define a lo que representarían la jefa de Estado, el gobernador Daniel Scioli e incluso el líder del Frente Renovador, Sergio Massa como "populismo autoritario".

Algunos talibanes de la Presidenta sostienen que es mejor, para ellos, que gane Macri, porque suponen que el ingeniero no gastará tanta energía en perseguir a "la Jefa" cómo sí lo podrían hacer tanto Massa como Scioli. Sin embargo la presencia de Carrió y del propio Sanz en la posible coalición gobernante daría por tierra con la supuesta protección hacia Cristina Fernández. Carrió, quien ahora se siente fortalecida por el resultado de la convención de Gualeguachú, ya anticipó a sus socios que no habrá "ni protección ni tratamiento privilegiado para nadie. Ni de adentro ni de afuera".

La diputada nacional considera decisivos los meses que faltan para que la Presidenta termine su mandato. Trabaja para evitar que el gobierno cubra su retirada con la incorporación de decenas de fiscales adictos, la eventual ampliación de la Corte y el cierre inmediato de la causa iniciada con la denuncia del fiscal Alberto Nisman. Igual está convencida de que, tarde o temprano, Cristina Fernández deberá responder ante la justicia por los presuntos delitos de los que se la acusará, sea el encubrimiento en el caso del atentado contra la AMIA, su participación en los negocios de Hotesur o la eventual reapertura de la causa por enriquecimiento ilícito que el juez Norberto Oyarbide sobreseyó en tiempo récord entre la Navidad y el año nuevo del año 2009. Además espera que su presencia disuada a cualquier dirigente de PRO que sueñe con aterrizar en el gobierno nacional para hacer negocios personales. "No tuve problemas en denunciar a (Fernando) De la Rúa cuando planteó la ley de flexibilización laboral. Menos problema voy a tener en hacerlo con un Presidente que no es de mi partido si es que decide apartarse de la ley", dice a quien quiera escucharla. Es cierto que ella y Macri hablaron largo y tendido antes de acordar el entendimiento para competir en las PASO.

Pero también es verdad que Carrió, mucho antes, lo había calificado de delincuente porque, según ella, no le puso a Cristóbal López los límites mínimos y necesarios en el negocio del juego. Otros que se sienten fortalecidos por la decisión de la Unión Cívica Radical son la candidata a jefa de gobierno, Gabriela Michetti y el ministro de Cultura y Turismo de la Ciudad, Hernán Lombardi, quienes vienen trabajando en un "gran acuerdo, lo más amplio posible" para que el PRO incorpore no solo al radicalismo, sino a los peronistas que "les importa tanto el desarrollo social como el respeto por las instituciones". Michetti lamenta que su partido aliente una fórmula "amarilla, pura" porque preferiría que Sanz se transformara en candidato a vice de Macri. También parece desilusionada con parte del periodismo, pero por otras razones: considera que los medios tendrían que resaltar la falta ética que implicaría que Macri esté "inclinando la cancha" a favor de su adversario, Horacio Rodríguez Larreta. "En otros países del mundo el mismo favoritismo sería denunciado como un escándalo", afirman cerca de su equipo de campaña. ¿Por qué no lo denuncia ella misma?, se les preguntó. "Porque no quiere hacer evidente la distancia con Macri", respondieron. Mientras tanto Scioli, que no come vidrio, se apuró a presentar el resultado de la Convención de la UCR como una especie de reedición de la Alianza que terminó con De La Rúa yéndose de la Casa Rosada con un helicóptero. Abrumado por el juego a varias puntas de Cristina, todo lo que dice y hace va en dirección a transformarse en el candidato inevitable del Frente para la Victoria y a lograr después un piso del 40% de los votos que le permitan ganar en primera vuelta, porque sabe que para la segunda vuelta su victoria puede ser incierta. "No existe la más mínima posibilidad de que Cristina le impida a Daniel ser candidato.

Eso sería suicidarse. Y en política, nadie se suicida" me dijo alguien que habla todos los días con el gobernador. La fuente reconoce que el ministro Florencio Randazzo subió unos puntos entre los votantes del cristinismo, pero asegura que todavía está lejos de eregirse como un "adversario interno competitivo". Agrega: "El obstáculo a vencer está afuera y se llama Mauricio Macri". Lo dice con un doble propósito: sacar de la cancha a Sergio Massa y fortalecer la postulación de Scioli. Al mismo tiempo Macri apura a su equipo político para que nadie lo confunda con De la Rúa. En unos meses más, tendrá frente a sus ojos un paquete de leyes para ser aprobado de inmediato. "Lo hacemos durante los primeros cien días o no lo hacemos más", aventuran los hombres del expresidente de Boca. Precisan, además, que tienen línea directa con los sectores que podrían ser afectados por esas decisiones. "Hugo Moyano, por ejemplo, está al tanto de todo. No vamos a hacer nada que perjudique a los trabajadores "Se tienen una fe inmensa. Parecen estar probándose el traje presidencial.

Publicado en El Cronista